En ambos países se elegirá el presente año la máxima autoridad
política. En uno, quién irá por su cuarto mandato, aquilatará al completar en
caso de que se confirmen los pronósticos de las
encuestas, más de quince años en el poder, en el otro serán algunos más,
con la salvedad que en este se realizó un referéndum y el 98% de la población
aprobó la posibilidad de continuidad. Ambos estados, luego de guerras
sangrientas, en la más reciente, fratricida, intestina que no salió, de los límites
parroquiales de la geografía del lugar, en la otra, se generó a partir de la
misma la última guerra mundial, pueden esgrimir índices económicos que expresan
crecimientos del producto bruto interno, y otros datos objetivos, que son sin
embargo, dimensionados en forma distinta, disímil, en el concierto
internacional. En uno de los países la representación femenina en el parlamento
araña el 65% en el otro, uno de los partidos que contaría con el 20% de
adhesión, suscribe abiertamente a principios, postulados y manifiestos
declarada y decididamente xenófobos.
Tentados a desgranar las diferencias etnológicas, estéticas,
culturales, que dimanan de cada uno de estos países y que nos condicionan a una
determinada perspectiva no solo de ellos, sino de nosotros mismos a partir de
esto, solo tenemos que agregar que tal vez, el enfoque desde que realicemos
nuestros análisis, nuestras lecturas, no sean más que sensaciones
parcializadas, imperialistas, totalitarias, absolutistas, que al explorarlas en
sus supuestas razones, sólo exhiben como lo substancial, como piedra basal de
la arquitectura sorprendente, la contundencia de la violencia, de la
estridencia de la fuerza como punto cero o punto de partida.
Las razones democráticas que se han utilizado y se siguen
utilizando para generar posibilidades supuestas de libertad, allí en donde,
supuestamente no las habría o supuestamente las desearían, no son más que
suposiciones semánticas que se utilizan a los únicos efectos de sostener en el
poder, a los que garantizan que las reglas del juego determinen que los
ganadores de la partida sean pocos y los perdedores muchos.
Uno de los principios, o mejor dicho, de los pruritos, que la
ciencia política, casi en su condición de brazo académico, de razón instrumental
del poder de facto, que instauró como deidad, llamado “alternancia en el poder”,
no es más que una excusa burda, que además de ser contradictoria en cuanto a
que viola la disponibilidad de que el soberano vote a quién le plazca en el uso
de su libertad irrevocable, que se la utiliza para mantener a raya a países de
segundo y tercer orden, dado que desde donde se mueven los hilos de Ariadna de
Occidente, esto es tan real y practicable como en Ruanda.
Los límites imaginarios, esto es tautología, dado que todos
los límites son productos de nuestra imaginación, o en verdad de nuestros
temores, que traza la política para delimitar quién puede estar dentro y quién
puede estar fuera de su sistema integral, no es más que una fantasía
insustancial que no resiste el menor análisis, como para que este dotada de
cientificidad, de razonabilidad o de sentido común.
La democracia es en verdad “Realpolitik” (término no
casualmente Alemán) que define la política de la realidad, la política de la
praxis. Tampoco casualmente, el militar nacido en Alemania, Carl von Clausewitz,
acuño la célebre definición “La guerra es la continuación de la política por
otros medios”. La democracia es asociada o vinculada como razón fundamental o
teleológica para una vida en plena libertad. Paradigmáticamente en al menos una
tribu Africana, no pudieron encontrar una definición en la lengua original que
expresara lo que para occidente significaría libertad. Tiempo tardaron en darse
cuenta que no había un término que significara libertad, dado que no
necesitaban poner en palabras lo que vivenciaban, a diario y cotidianamente en
acto.
Probable y posiblemente más lejos estemos de mejorar nuestras
institucionalidades democráticas mientras más digamos que trabajamos por ellas
a riesgo de pretenderlas, pétreas, absolutas, imperativas y apegadas a formalismos
normativos que desdibujan nuestra compleja condición humana.