De acuerdo a varias libros y
ninguno a la vez, pero por sobre todo a extensas recorridas, de índole y
naturaleza política, acompañando a candidatos varios, por los diferentes rincones
de Corrientes, puedo arriesgar la teoría que se vota de acuerdo a dos patrones
exclusivos y excluyentes; el referencial (el candidato se asemeja en grado sumo
a su votante) y el expectante (el candidato tiene todo lo que quisiera ser el
votante y no lo es). Punto de partida para este 2013 gubernamental.
Casi sin querer, quiénes serán
los protagonistas descollantes de este turno electoral, representan
fidedignamente, uno como es el correntino, en su forma de ser, de pensar y de
manejarse y el otro, como en verdad le gustaría ser al correntino sin tener la
posibilidad de serlo.
No por casualidad, hasta en el
lenguaje de los candidatos, se observa con claridad esto, uno nos invita a
soñar, despresurizando el contenido de la política misma, llevando como uno de
los estandartes principales aquella definición de Foucault acerca del poder en la historia de la Sexualidad; "El
poder es tolerable solo con la condición de enmascarar una parte importante de sí
mismo; su éxito está en proporción con lo que esconde". Incluso
arriesgando a quedar lindante con lo que el seissieteochismo le imputa en forma
cotidiana a Macri, de fomentar la famocracia y permutando gestión por rosca, el
más joven de los candidatos profundizo su estrategia, formando una constelación
de hombres que derrapan éxito, admiración y bonhomía.
El tipo notable, el excelso, el destacado,
es precisamente eso, dado que se eleva por sobre el resto, o mejor dicho se
distingue, se desmarca, sea mediante la práctica de un deporte, o la ejecución
del arte musical, ha conseguido hacerse
de un lugar, desde el cuál lo miramos desde lo bajo (por ello el escenario de
los músicos, la tarima de los deportistas premiados) nuestro admirado, posee
dotes místicos, casi supraterrenos, va más allá de la definición de carismático
del manual de Max Weber, no tiene defectos y las cuestiones mundanales no le
son ajenas, pero al mencionado no le impactan, no le hacen mella (salvo algo
muy trágico, como estar cerca de la muerte por una enfermedad, que genera un
efecto de mayor empatía incluso) de allí que sea lógico que nos prometa que
pueda hacernos real lo onírico, cumplirnos los sueños.
¿A quién no le gustaría ser un
tocado? Porque uno puede decir que un deportista o un músico o ambos; exitoso,
no sólo le deben sus cucardas a la providencia, sino que gran parte es fruto de
un trabajo sacrificado, de un apostolado que hubo de incluir patear puertas
para pedir sponsor, tocar en bares atestados de tratantes y demás cuestiones
sumamente sacrificiales, pero el vulgo, el pueblo, la gente, el chamigo no se
detiene en ello, porque allí ya entra a tallar sus propios deseos, es decir, no
quiere ser como su ídolo, su admirado, sino más que nada quiere tener lo que
piensa que este tuvo o tiene, básicamente lo que lo destaca por sobre el resto.
Eso es poder, y es tan fuerte ese
poder, el que la gente empatice creyendo que uno es un ser sobrenatural, capaz
de interceder ante las divinidades para que el sueño se cumpla, que no es
necesario todo lo otro, ni saber de política, ni de fiscales, ni de discursos
ni de ideologías.
Casualidades de la vida, la
estética de uno de los candidatos, es totalmente diferente a la estética del
común de sus votantes, pero a estos les hubiera encantado nacer con tales
rasgos físicos, producto de una sociedad que supo, desde su consecución
diferenciar entre blancos, mestizos y oscuros (que una barbaridad semejante se
pueda decir de una forma tan elegante, es pura capacidad del suscribiente).
Un gran porcentaje de los votantes
sufragara por este principio, que le despierta, que le seduce, de uno de los
candidatos, que ni siquiera necesita presentarse con su nombre y apellido, con
su sobrenombre le alcanza, habrá que ver si le sobra.
El otro, va en busca de recibir
el voto, mediante el segundo de los grandes principios, el referencial, el ser
igual, semejante, un par de sus votantes.
Su lenguaje está plagado de
frases-moralejas (la frazada es muy corta, el hombre es un sujeto de derecho y
obligaciones) cuando no de retos y advertencias (no tiene toda la ropa en el
bolso, esto no es un cabaret) el uso de los imperativos categóricos
encubiertos, lo ponen en el sitial que sus votantes más desean, el patriarca,
el pater-familia, el que se sienta en la cabecera de la misa, el
padre-amparador que revisa el boletín del colegio, que no nos hace faltar la
comida (paga a término los sueldos), pero hasta último momento define si nos
iremos de vacaciones, el que por ello, se le anima hasta las puteadas públicas
y las descalificaciones, todos los padres lo hacen y en mayor o menor medida,
lo seguimos haciendo como tales, y si nos arrepentimos de nuestras acciones, lo
hacemos donde corresponde, en el confesionario de la Iglesia.
Le erran quiénes le apuntan, a
hacerlo diferente a sus votantes por los bienes materiales que tendría, dado
que en caso de que los tenga, el votante ya hizo suya aquella historia, de la
motito, de las alpargatas (que circula como mito urbano) o la del estudiante en
el pensionado del centro (él mismo se encarga de recordar) es decir, por más que baje de la camioneta que
baje, el sufragante lo sigue viendo, como un par, como en sus inicios, como
quién tras haber cumplimentado todos los mandatos, vuelve en busca de sus hijos
o hermanos.
No es casual, que defienda la
familia, los valores, el predicamento religioso, que sea un fanático del
chamame (más no así de los chamameceros) por lo que transmite, por lo que dice, por
aquello mismo, de los mandatos, de las reglas,
de los cumplimientos.
Era uno más del montón, pero
llegó a la meta, en esa carrera de resistencia más no así de velocidad, dado
que cumplió a rajatabla lo que la sociedad le demando en cada una de sus etapas de la vida.
Posee una estética acorde, a los
festivales de guiso, de chicharrón, de las diferentes formas de chipas, y de la
gastronomía excelsa de la Provincia y para quienes quieren correrle exclamando
que no es una persona saludable, le mete fútbol y básquet, pelotas, camisetas y
canchas.
Pese a estar sentado en el sillón
más mullido, contagia esa sensación de que sí él lo ha logrado, otros tanto
podremos lograrlo, sin necesidad de milagros, pero sí con la perseverancia y
por sobre todo con el cumplimiento irrestricto de las reglas establecidas que
se encarga de sostener y apuntalar hasta debajo del agua.
A cada rato, en todo momento,
necesito reafirmar su nombre, su profesión, y sus acuerdos políticos (por ello,
en cada elección reparte y da de nuevo la “cuota societaria” de los otros partidos
de la alianza que también cambio de nombre), es un luchador nato, muy cercano
al tipo que se pelea con la mujer porque lleva amigos a la casa sin avisarle,
que reta al hijo por las malas notas, un guardián de lo establecido, que no
dudo en apartarlo a su primo cuando intento despojarle del manejo y del
apellido.
Sabe que está en el barro, que lo
suyo es resolver problemas y conflictos todos los días, habrá que ver si la
gente aburrida de los matices obvios de una realidad muy concreta, da un salto
y abandona lo seguro y cotidiano y si queda con pájaro en mano antes que los
cien volando.