A horas de un nuevo año electoral, el corso político, se inicia
también, con quiénes se disfrazan de candidatos a todo, a los efectos de estar
presentes en la movida política, con fines varios.
Hablamos
siempre a favor de, como aporte hacia, nunca en desmedro de, que se entienda,
sobre todo para una arena política que en este 2017 amenaza con poblarse aún
más de deportistas, cantantes y famosos, nada contra ellos, pero se precisa
también de los políticos tradicionales, de los que contagian con ideología, los
que no le temen a un debate, los que construyen en una rosca, en el barrio, en
el barro y también en el café.
Otro
de los tantos signos del imperialismo cultural que padecemos, y que nunca nos
hemos propuesto plantear es aquello de que los políticos tradicionales, son
todos chorros, corruptos, mafiosos, desalmados. Seguramente existieron varios,
y existirán, pero no necesariamente actores, deportistas y famosos, por el sólo
hecho de ser tal, vienen por naturaleza beatificados y por horas de estar en
los medios, recogen besos y votos ante las multitudes, para luego, en caso de
no estar preparados, el trillado gestionar se convierte en el reparto de
aspirinas de los poderes de turno que manejan como títeres a los afamados
devenidos en políticos.
Un
político de raza, desnuda su ideología la pone arriba de la mesa, debate,
confronta, se calienta, putea, hace todo lo que todos los seres humanos hacemos
un día común en nuestras vidas.
En un
momento de la historia, el poder detrás del poder (que obviamente se disfraza
de los distintos partidos en los que supuestamente se pueda encontrar), se
encargó de encajetarnos esa versión edulcorada del político, ese tipo prolijo, bien
vestido, que habla en propositivo, que parece más un líder espiritual
mahometano que un tipo que va por el poder con todo lo que implica.
Se nos
quiere seguir vendiendo, que los que manejen nuestros destinos políticos, no
van al baño, toman agua mineral y no tienen ni odios, ni rencores, ni envidias,
ni revanchas.
El
éxito cosechado en otras arenas, las deportivas, culturales y del espectáculo,
los sitúa eternamente en el sitio de tipos elegidos por cierta deidad que los
hace impolutos, perfectos, al punto que ni siquiera la tentación no ya de
robar, sino de putear a alguien ni se les presenta.
Son
los especímenes del estado de los filósofos Platónico, en la versión del
exitismo banal, pueril y decante.
La
política necesita, de los políticos que están en el comité, en la básica, de
los que se enojan, de los que debaten, discuten, proponen, se la juegan, por lo
que piensan, o lo que sienten, tarea del elector es descubrir quiénes están por
lo que les conviene (una “virtud” del verdadero político es su capacidad
camaelónica), el verdadero político es el que le dice al encuestador que es lo
que tiene que hacer y no al revés, el verdadero político es el que le maneja al
comunicador la entrevista y no al revés, el verdadero político es el que le
pone los puntos a los sectores empresarios y no al revés, el verdadero político
es el que le dice a sus votantes, lo que cree por más que no le convenga, el
verdadero político es el que armoniza la singularidad en la diversidad,
administrando el equilibrio de la balanza.
En filosofía hay un principio de máxima que reza “es más
importante la formulación de la pregunta, que la respuesta en si”.
¿Existen quiénes hacen política o pretenden hacerla desde
otro lugar, con proyectos, con propuestas, con presencia concreta en distritos
electorales, con un concepto político claro, para resurgir la finalidad
colectiva de la actividad política, con un sistema concreto de presencia del
estado en aquellos lugares donde los sectores más marginales así lo precisan,
con una visión a largo, mediano y corto plazo?
¿No será hora que esos señores que manejan los partidos
políticos en vez de ganar en quebrantos futuros (alguien que tiene lealtad a un
deporte, solo podrá serle fiel a la victoria por la victoria misma, lo mismo
que un famoso o reconocido, quién sólo se debe a su éxito) y en continuar
horadando lo democrático, estimulen la participación de quiénes puedan dotar a
la democracia de sentido, y con ello salvar de su extinción, o agonía en la que
podría estar sumida?