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La política contemporánea sinónimo de antidemocracia

Esta es la Ponencia con la cuál obtuve "Mención Especial" en el Primer Congreso de Filosofía Política desarrollado en la Facultad de Humanidades de la UNNE los pasados 10 y 11 de octubre. Participaron diversos catedráticos de distintas partes del País y de Países limítrofes. En la edición dominical del Diario La Nación, en el Suplemento "Enfoques" la nota "Urnas Opacas (Raquel San Martín)", casualmente tratan de mi hipótesis, destacada y defendida en el ámbito académico mencionado.

"La actividad política es una de las pocas, que para desarrollarla, no se precisa en forma imprescindible de un título terciario o universitario. Tampoco la actividad se encuentra colegiada o cuenta con un conjunto de reglamentos normativos internos. Obviamente que exigir a la actividad política, de este tipo de requisitos sería más que risible y ridículo. Pero debemos tener en claro, que tampoco se puede continuar en calidad de simples observadores, dado que los abusos y las distorsiones que se hacen de las amplias libertades, terminan posibilitando los excesos que nos llevan finalmente a una anomia anárquica en donde prevalece el arcaico principio del más fuerte. 

Una de las mayores controversias que genera una animadversión litigiosa en la sociedad en relación a los actores políticos, es la reiteración de los nombres para ocupar cargos públicos. El fenómeno se podría denominar como “calesita electoral”, dado que los hombres que los partidos políticos ofrecen a la ciudadanía van rotando indefinidamente, permitiendo que el otrora concejal en la elección venidera se postule cómo diputado provincial, para luego hacerlo en otro cargo representativo. A priori esto podría obedecer a una lógica normal de la democracia. La persona que ha ejercido con probidad y que obtiene el respaldo popular, naturalmente debe asumir mayores responsabilidades políticas, o al menos tener la oportunidad de presentarse ante el electorado. La normalidad se transforma en patología social, cuando observamos fehacientemente, que un grupo de profesionales políticos de diferentes partidos, acumulan decenas de años en cargos públicos. 

En sociedades como las nuestras, la economía política de la verdad está caracterizada por cinco rasgos históricamente importantes: la verdad está centrada sobre la forma del discurso científico y sobre las instituciones que la producen; está sometida a una constante incitación económica y política (necesidad de verdad tanto para la producción económica como para el poder político); es objeto, bajo diversas forma, de una inmensa difusión y consumo (circula en aparatos de educación o de información cuya extensión es relativamente amplia en el cuerpo social, a pesar de algunas limitaciones estrictas); es producida y transmitida bajo el control no exclusivo pero dominante de algunos grandes aparatos políticos o económicos (universidad, ejército, escritura, media); finalmente, es el envite de todo un debate político y de todo un enfrentamiento social (luchas ideológicas).  

Los cambios se deben producir desde adentro, es decir debemos convencer a los políticos a que cambien, antes que convencer a la gente o a la mayoría que cambie de políticos. 

Algunos piensan, que en el diseño de una boleta electoral, es decir quién va tercero, cuarto o el lugar que guste, el líder o conductor; está anotando los porotos, o el predicamento territorial que este puede tener en un determinado barrio con necesidades básicas insatisfechas  o en el pueblito más alejado de la metrópoli como sí la elección sólo se resuelva en una suerte de transacción rural de ganado a cambio de pesos en relación al pesaje y pelaje. Pensar de tal manera de nuestros principales candidatos, sería un insulto hacia la inteligencia de los mismos y hacia el amor que puedan tener hacia sus familias. Pese al poder que signifique y represente tener la lapicera para tales anotaciones, difícilmente puedan tener tan poca comprensión y tan poca corazonada, para interpretar que se juegan, otras cosas, muchas cosas, que el club de fútbol de sultano, que las giras al interior de mengano, se juega en parte el mejoramiento del estado democrático de una provincia o de un país. No es necesario haber leído a Raymond Aron, como para coincidir en que “La verdadera democracia no se agotará con la participación episódica en los asuntos públicos por medio de elecciones o de representantes elegidos, solo se realizará por la fusión entre el trabajador y el ciudadano, por el acercamiento entre la existencia popular y el empíreo político”. Esto que esta quizá definido en forma pretenciosa o con la pedantería intelectual, es ni más y menos, que lo que nos sucedió en Corrientes en el `99 y en el país en el 2001, y la clase política sabe perfectamente que el vínculo reconstruido, no está solido; que siempre pende del hilo económico, y que la red de la política en muchas oportunidades, sirve más para destruir que para construir este lazo o esta red. A nadie le escapa, que del total de los cargos electivos que se ponen en juego en una elección, un porcentaje alto o va por o se postulará para otros espacios representativos. Es decir, son todos, o casi todos los mismos, con todo el peso de significancia que esto representa, que no tiene que ver con ideologías, ni partidos políticos, ni de modelos, tiene que ver con una disputa que seguramente la ganará quién al menos se anime a pensarla, a dimensionarla, a procesarla, a prestarle atención, porque es mucho más rutilante de los votos que dice tener tal concejal, o las presiones de tal senador para seguir siéndolo o para rotar de banca hasta el hartazgo. 

Tenemos que volver a los libros, para entender porque desde estas argumentaciones se lucha contra aquellos que pretenden establecer como norma, que desde tiempos inmemoriales (lustros, décadas, mandatos interminables o calesitas ensortijadas) se puede seguir siendo democrático y representar con legitimidad a la gente, por más que se haya obtenido la legalidad de los votos. Vuelve a decir Raymond Aron; “La democracia es esencialmente la negación de la aristocracia, la desaparición de las órdenes privilegiadas, la supresión de las distinciones de estado, y paso a paso, la tendencia a una igualdad económica, a una uniformidad de maneras de vivir. En la democracia el trabajo se convierte en actividad honrosa, normal para todos y cada uno de nosotros. Criados o presidente, todos perciben igualmente un salario se le paga para mandar, como a los otros para servir”. 

Sí nosotros tenemos esta posición democrática, que no se construye sólo en la elección y que por definición es contraria a la Aristocracia o gobierno de pocos, tenemos la obligación moral de señalarles en momentos en que se volverán a definir listas electorales, a los dueños de tales lapiceras, u hombres de poder, que piensen más en esta lógica, que ni siquiera es la que propone el suscribiente, sino la que ha definido la historia de la humanidad, como la forma más próxima a una representatividad que busca lo mejor para el mayor número en posibilidades y que se dio en llamar democracia, el otro concepto, por el que lamentablemente se viene guiando nuestra clase política, no sólo que nos ha llevado a los rincones más oscuros sino que también es manifiestamente una perversa distorsión de lo democrático. 

Cuando la mentira es la verdad, es decir cuando todos obramos sabiendo que no es cierto, pero por no tomarnos la molestia de señalarlo continuamos habitando la mentira, el orden se subvierte por una tontería, por una famosa gota que rebalsa la bitácora donde nos sosteníamos en el engaño. 

Aquel hombre que piense más allá de su nombre y se rodee de quiénes entiendan esto mismo, no sólo que ganará la elección, sino que inaugurará un nuevo ciclo de la representatividad que alumbre perspectivas diferentes e innovadoras para los habitantes de nuestro suelo. 

Podemos tener políticos, varios, que nos puedan vender, hasta con la honestidad de creer que la política es salir en el auto solventado por el estado, con la nafta del estado, y con el celular pagado por el estado, aprovechando de paso para no soportar una soledad abrumadora o una compañía inapropiada, es tener y acrecentar un capital político que luego se traducirá en votos o en clamor popular, dada las reuniones mantenidas con, dirigentes políticos o quiénes sean que serán mostradas y difundidas en también medios solventados por el estado. 

Pero podemos tener, de hecho tenemos, políticos que van por el todo, que esperan que las definiciones de la política, se den desde el ámbito que se tengan que dar, como para diseñar una propuesta real y efectiva, para el interior, la capital , para uno o un millón de hombres, que sostengan una ideología política, una doctrina, con el peso de sus acciones, con lo incontrastable de la trayectoria, y no con el amontonamiento de sellos o con el agolpamiento de gacetillas que dicen que, ahora, somos de tal o de cuál partido, cuando, antes lo fuimos de aquel otro. 

Séneca decía “No hay vientos favorables, para el barco que no sabe a dónde va” muchos, en el mientras tanto, en tanto recorrido, tanta franquicia, tanta gacetilla, tanto ruido, se aprovechan de la escases de conocimiento político de algunos y le dicen que tal es el camino, cuando en verdad no lo saben y cuando el viento cambia, cambian con él, pero en un trayecto corto o mediano eso se nota y mucho, en una disputa como la presente por el poder provincial, se descuenta que los dos que definirán ambos equipos, saben qué lugar darles a los que van por las partes, y cuáles a los que van por todo, de ello, dependerá también el resultado de la elección. 

Política es la resignificación de las cosas, es decir, es primero, el dialogo, el encuentro de lo más social del hombre que es la palabra (en su versión expresiva puede ser algo escrito o una manifestación), para luego ir en búsqueda de un sentido de las cosas, para en una tercera etapa, recién ponerse en marcha para que todo lo anterior se traduzca en una realización, en una obra, en una luminaria, en un puente o en una ley que defienda un derecho. 

La política, es mucho más, todas las significaciones que la misma ciencia que la estudia en el campo teórico desprenda, como el accionar que un militante convencido imprima, lo que no puede, ni debe, es ser esto que nos quieren vender como gestión, como solución rápida, como respuesta empresarial, edulcorada, descorazonada, carente de sentido, político y por ende humano. 

Si lo que entienden la política desde otro lugar, no se paran, en esta parada, sólo se permitirá hacer política a los funcionarios, a los que están en el poder, más allá de partidos y de ideológicas y vamos camino a ello, indudable y peligrosamente. 

Los votos no son de nadie, no les pertenecen a nadie, por más que en un aparataje, con micros, sándwiches y viático, te bajen de a 200, mucho menos sí son liderados por intendentes, que gran parte de sus gestiones le deben, primero al gobernador y luego a la presidente (es decir, ¿cuánto del éxito de una gestión le puede corresponder per se a un jefe comunal, de acuerdo a sus ingresos propios, recursos genuinos y obras y realizaciones más allá de lo provincial y nacional?) 

Es decir, ¿Cómo hace un líder territorial para disputarle el poder a un intendente?, ¿Acaso no aumento la legislatura su número para que sean más los intendentes que vayan a la legislatura? Preguntas que quizá tengan un si como respuesta, pero un imposible como demostración. 

La política no está en el funcionariado, en la gestión, en la oficina del intendente, en el aparataje, en el expediente que reposa en la oficina del gobernador, del despacho del ministro nacional o de la Presidente, la política está en las ideas, que pueden venir de la cabeza, del corazón o del militar (pero una militancia, sin respuestas concretas, porque eso es asistencialismo u otra cosa) hablamos de ir, a un barrio residencial o de emergencia, a no llevar nada, ningún plan, ni programa, ni nada, tan sólo la presencia con la palabra, el encontrarnos en ese diálogo para saber qué es lo que queremos entre todos, en presentarles ideas, proyectos, pero nada prefigurado, premoldeado, por esas prefiguraciones de escritorio que destrozan lo más sagrado de la política. 

Todas las administraciones, tienen como eje lo político y no está mal que así sea, lo que debería ser más sensato es que lo reconozcan o que al menos no lo nieguen o no lo enmascaren. 

El límite también aparece en esta cuestión, es decir, ni siquiera en la parcialización, porque sí uno quiere hacerle un favor a su líder político, se lo hará si hace las cosas medianamente bien, es decir sí dentro de la verdad relativa de cada uno, se le adosan o se buscan datos que confirmen tal cosa, y no con el mero invento o la falsedad en los mismos. 

Volvemos al límite en este caso de la hoja, o del artículo, para finalmente destacar de la filosofía del Límite de Trías, la siguiente interpretación de la misma que compartimos del Dr. Jacobo Muñoz Veiga: “El límite de Trías deja de ser muro para ofrecerse como puerta… Estaríamos, pues, ante un mapa de los mundos que comprende el Mundo... y su más allá. Un mapa de un vasto y plural territorio de-limitado, pero abierto por eso mismo a lo que queda del otro lado. Un mundo cuyo ser pasará a ser, en consecuencia, el “ser del límite”, siendo un límite del mapa –su puerta y su muro a un tiempo– lo que conferirá activamente un sentido a ese ser, oficiando de razón del mismo. De “razón fronteriza”, por tanto, como fronterizo es el sujeto que en él tiene su morada. Y más allá de ese límite, el misterio”. 

“El espíritu no es ni la sagacidad vacía ni el juego de ingenio que a nada compromete,  ni el ejercicio sin fin del análisis intelectual, ni una razón universal, sino que espíritu es el de decidirse originariamente templado y consciente por la esencia del ser “(Jacques Derrida). 

Grecia como cuna de la democracia, por intermedio de uno de sus hombres más lúcidos, Platón, dispuso en otros estados griegos lo que consideraba el estado ideal dirigido por Gobernantes o filósofos, aquellos que eran inteligentes, racionales, apropiados para tomar decisiones para la comunidad estos formaban la “razón” del alma, y más allá de esta experiencia, debemos dejar en claro que no abonamos en ningún sentido una pretensión tan determinista, pero no por ello, dejar de mencionarla como una búsqueda sostenida en razones y argumentos por una celebridad del pensamiento como lo fue Platón en el campo de la filosofía y de la humanidad en general. 

Podemos dar el salto a Hegel, en “La Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas” cuando afirma “La esencia del estado es lo universal en y para sí, lo racional de la voluntad, pero que en tanto está sabiéndose y actuándose es subjetividad simplemente y en tanto realidad efectiva es un único individuo. Con referencia al extremo de la singularidad como multitud de individuos, su obra consiste en general en algo doble: por una parte, en sostener a estos individuos como personas y por tanto en hacer del derecho una realidad efectivamente necesaria, promover luego el bienestar de aquellos individuos (bienestar que cada uno procura para sí en primer término, pero que tiene simplemente un lado universal) proteger a la familia y dirigir a la sociedad civil…Con respecto a la libertad política, o sea la libertad en sentido de la participación formal en los asuntos del estado por parte de la voluntad y actividad de los individuos que, por lo demás, tienen como tarea principal los fines particulares y los negocios de la sociedad civil, se debe advertir que por una parte, se ha hecho corriente llamar constitución solamente a aquel aspecto del estado que se refiere a una tal participación de esos individuos en los asuntos generales, y se ha hecho también corriente considerar como estado sin constitución a aquel que no da lugar formalmente a esa participación”. 

Un estado sin constitución, en ese sentido Hegeliano que excluye la participación, o una que sólo sea de cumplimiento formal, “alangaú (neologismo guaraní)” o tendiente a ser violada constantemente, al menos amerita ser analizada para ver en que partes puede ser cambiada, no solamente para beneficio del próximo gobernante, sino de todos, para no decir que debería ser llamado el ejercicio mismo de la política contemporánea como la plenitud de la antidemocracia que nos inculcaron nuestros libros y que supuestamente aflora desde nuestras instituciones".

Referencia bibliográfica: 
Libros: Jacques, Derrida. “Del espíritu, Heidegger y la pregunta”. Galilee, Paris. Editorial: Pre- Textos. Año: 1987Paginas: 34-38.