Artículo 1: Modificase el Articulo 17 de la
Carta Orgánica que quedará redactado de la siguiente manera:
Artículo 17: Los Concejales en su carácter de
legisladores integran el Honorable Concejo Deliberante durando cuatro año en el
ejercicio de sus cargos pudiendo ser reelectos por un (1) sólo período y
debiendo renovarse la composición del Cuerpo por mitades cada dos años, en la
oportunidad y forma que determine el orden normativo correspondiente, pudiendo
coincidir con las elecciones generales provinciales o nacionales.
Fundamentos
Consideramos que lo que se
denomina “crisis de legitimidad política”, o “necesidad de una reforma
política”, son apreciaciones, sensaciones, que luego se traducen en estudios y
análisis, que tienden a señalar, la disconformidad o desaprobación, previa al
momento de la emisión del voto, de gran parte de la ciudadanía ( o al menos la
gran mayoría que genera un ida y vuelta con los medios masivos de comunicación)
, hacia esa oferta que realizan los
diferentes partidos políticos, que en los tiempos electorales se conoce, cómo
el momento de las campañas, o en donde los candidatos políticos aparecen con
atosigante asiduidad, y con una llamativa serie de promesas de dudosa
consecución. Por tanto, antes de que se cumplan los tiempos electorales, el
proceso eleccionario, cae en una flagrante ausencia de legitimidad, y por ello
la gravedad institucional y republicana, que implica que una gran parte de la
ciudadanía, (que tiene incidencia directa en el gran espejo, reflector y
también generador, de los actos y acciones públicas, los medios de
comunicación) descrea de las ofertas electorales, respetando, con resignación,
el proceso eleccionario, a través de la no participación (índices de ausentismo
elevados), o la votación masiva a la nulidad. Más allá de que sea un respetuoso
proceder, el proceso eleccionario, la
dinámica y el ejercicio más sagrado, y sindicado cómo el símbolo por
antonomasia de la democracia, se lesiona en grado sumo, ante la abstención de
compromiso político, o de resignación respetuosa, con la que reacciona una gran
parte de la ciudadanía, que de tal manera, intenta manifestar su disconformidad
con las ofertas o boletas electorales.
Creemos que el punto neurálgico,
la piedra basal, el elixir de los problemas, o el quid de la cuestión, se
encuentra en la conformación de las listas, o boletas electorales. Que es ni
más ni menos, cuando los partidos políticos definen puertas adentro y por
intermedio del fenómeno del lápiz ( dirigentes más encumbrados se ponen de
acuerdo para anotar a los candidatos) a diferencia de años atrás cuando se
acostumbraba a realizar elecciones internas, para terminar ofreciendo a la
sociedad, sus candidatos. Podríamos erigirnos en fiscales putativos de la
nación, y esgrimir como razonamiento, que si se cumpliera con lo dispuesto por
los corpus normativos, no deberíamos tropezar o enfrentarnos a la “falta de
legitimidad política” o “necesidad de reforma política”, no queremos ingresar
en polémicas bizantinas que nos conducirían a analizar si las campañas deben
durar cincuenta días o sesenta y que en definitiva nos hagan perder tiempo y
energía en gestas de poca monta.
La actividad política es una de
las pocas, que para desarrollarla, no se precisa en forma imprescindible de un
título terciario o universitario. Tampoco la actividad se encuentra colegiada o
cuenta con un conjunto de reglamentos normativos internos. Obviamente que
exigir a la actividad política, de este tipo de requisitos sería más que
risible y ridículo. Pero debemos tener en claro, que tampoco se puede continuar
en calidad de simples observadores, dado que los abusos y las distorsiones que
se hacen de las amplias libertades, terminan posibilitando los excesos que nos
llevan finalmente a una anomia anárquica en donde prevalece el arcaico
principio del más fuerte.
La historia de la humanidad nos
señala que en los incipientes años de formación del Imperio Romano (550 ac),
los romanos expulsaron a los Estruscos e instauraron la república. Narran los
historiadores que en los primeros tiempos, sólo los miembros de las familias
poderosas intervenían en la ciudad, integrando el Senado en forma vitalicia.
Los plebeyos fueron reaccionando contra estos privilegios con tal fuerza, que
el Senado hubo de autorizar las asambleas populares que nombraban a los
tribunos, quienes debían proteger al pueblo de las arbitrariedades de los
magistrados. Hacia el año 450 a.C. se promulgó la ley de las doce tablas,
embrión del extenso cuerpo jurídico que Roma legó al mundo, el Derecho Romano.
Observamos con la precisión
objetiva que nos brinda el testimonio histórico, de los primeros pasos
republicanos dados por el hombre, la conformación de la cofradía o facción
política nutrida de privilegios, que el mismo transcurso de los años, hizo al
género humano, superarlo a tal punto, de inmortalizar gracias a la acción de la
contundente reforma, las bases mismas del sistema jurídico occidental, que tras
dos mil años de historia, aún se sigue estudiando en los claustros
universitarios. Pese a que la experiencia del Senado vitalicio, hubo de dar
paso a asambleas con verdadera representación ciudadana, creemos que aún el
género humano no ha podido despojarse, en forma definitiva, de esta práctica
mañosa y lesiva de las instituciones democráticas, prueba contundente de lo que
afirmamos es la conformación, en la hermana República de Chile, de un Senado
vitalicio, y en nuestro país, es notorio y evidente, el ejercicio continúo por
parte de la clase política y dirigente, de una forma solapada y encubierta de
garantizar a los adultos mayores y no tanto, sino más que nada a una clase o
facción de la política, una jubilación en funciones, que es ni más ni menos,
que una especie, distorsionada e indirecta del imperio de la lógica vitalicia,
o un atornillamiento a cargos representativos.
Una de las mayores controversias
que genera una animadversión litigiosa en la sociedad en relación a los actores
políticos, es la reiteración de los nombres para ocupar cargos públicos. El
fenómeno se podría denominar como “calesita electoral”, dado que los hombres
que los partidos políticos ofrecen a la ciudadanía van rotando indefinidamente,
permitiendo que el otrora concejal en la elección venidera se postule cómo
diputado provincial, para luego hacerlo en otro cargo representativo. A priori
esto podría obedecer a una lógica normal de la democracia. La persona que ha
ejercido con probidad y que obtiene el respaldo popular, naturalmente debe
asumir mayores responsabilidades políticas, o al menos tener la oportunidad de
presentarse ante el electorado. La normalidad se transforma en patología
social, cuando observamos fehacientemente, que un grupo de profesionales
políticos de diferentes partidos, acumulan decenas de años en cargos públicos,
sin encabezar las listas (es decir que van detrás de figuras con mayor
popularidad) y que pasan con holgura la edad que establece la ley para la
jubilación, afianzándose o atornillándose en cargos representativos,
conformando o resucitando, la máxima estipulado miles de años atrás en el
nacimiento del imperio Romano o imitando el condicionado régimen de la
República de Chile, por el poder de los ex dictadores, pero sin la
institucionalidad de los sistemas mencionados, y cobijados por el oscuro y
lúgubre manto de la ausencia de normas que fortalezcan un verdadero sistema
democrático y republicano.
Con la consabida gravedad que el
espacio que ocupan, perniciosamente desde el punto de vista democrático y
republicano, se lo están sacando, esquilmando a todo el corpus social.
Necesitamos una norma, al menos
en nuestra carta orgánica de la Ciudad, que les imponga un límite, una barrera,
sustentada en las raíces más puras de la Constitución Nacional, a los que desde
hace tiempo manejan la cosa pública, y que conformaron una cofradía de
características masónicas, para que oferten a las ciudadanía, candidatos que tengan
currículum y no antecedentes, y para evitar que estos vacíos normativos, se
transformen en oportunidades para destrozar la institucionalidad, cómo el hecho
de instaurar una lógica vitalicia encubierta.
Por Francisco Tomás González
Cabañas