La solución de un problema, crea
otro conflicto, puesto que ni los problemas ni las soluciones son universales,
es por ello que adquirieron el grado de eternas gracias a la finitud del hombre
que en el afán de hacerse con la inmortalidad va creando la génesis de los
conflictos; es decir, los intentos de solución
La comunidad ilimitada de
comunicación, con velocidad inusitada, envolvía con pérfida maestría a un
mundo, que segundo a segundo olvidaba los acontecimientos esenciales y en
cambio señalaba la importancia radical de la información, de la comunicación
sin fronteras y de la diversidad de bienes materiales. La multiplicidad, tanto
de acciones como de pensamientos desterraba el espacio a la generalización y
con ello a la abstracción y al pensamiento. Momento de situaciones mosaicos, en
donde el tiempo retomaba validez en el desesperado y voraz consumo de
información y en donde la crítica y la reflexión no tenían cabida alguna en las
tierras de la televisión, Internet, periódicos y revistas. Toda conclusión caía
en el arbitrario concepto relativo de aceptar los diferentes puntos de vista,
forjados por una escala en la cual la idea más exitosa imperaba por una
cuestión de imagen y de belleza estética que de argumentos y sabiduría, el
mundo construí sus necesidades y premiaba a las mas afines con sus vacuos
ideales, llevándolas al éxito del reconocimiento, de la fama y el glamour. Pero
también castigaba a sus potenciales críticos, haciéndoles casi imposible el
camino de la rebeldía para luego transformarlos en alienados patológicos,
marginales metafísicos o parias desdichados.
El mundo de las significaciones y
de la lógica racional del hombre, se pierden en el inmenso océano de la nada,
cuando uno siente que todo esta viciado por lo mezquino del interés, aromatizado
por el hedor nauseabundo del materialismo, corroído por las ceras de la
mediocridad, bañadas por las aguas de la envidia y el rencor, petrificadas por
la gélida ventisca de la ambición desmedida, y santificadas por la máscara
pedante, enferma y perversa de una hipocresía, macabra, pérfida y espeluznante.
La muerte podría ser una salida,
esa parca ataviada de túnicas negras y con guadañas filosas, escogía a sus
víctimas sin un plan previo, sin reparos los llevaba a la misteriosa ciénaga de
la nada. Solo cumplía órdenes, pues los humanos en la vida desarrollaban una
suerte de vicio y no tenían intenciones de abandonar la tierra arrendada. La
muerte acatando las decisiones del gran terrateniente, desconocía las letras de
los contratos, lo que facilitaba ampliamente su tarea, pues ella solo estaba
obligada a desalojar a los morosos. De estos debía soportar, en algunos casos
rimbombantes quejas, interminables súplicas, hasta ridículas amenazas y
reiterados insultos, los menos con la cabeza gacha aceptaban pacíficamente la
determinación. A la muerte su labor le era indiferente pues había muerto antes
de haber nacido, es decir que había nacido para ser muerte. Por ello actuaba
con frialdad ante sus víctimas, directamente no las comprendía. Nunca hubo de
probar el sabor de alquilar un tiempo en la tierra, es por esto que pese a los
variopintas reacciones siempre actuaba de la misma manera.
Pero la muerte tampoco nos brinda
un escape, una respuesta, una solución, es tan solo una instancia un momento
más del cuál no nos acordamos cuando allí accedemos, pero estamos condenados a
temerle.
Podríamos estar avergonzados del
ser humano, apenados por tratar con quienes son supuestamente iguales,
angustiados por saber que creemos en una libertad, la cual día a día se va transformando
en más autoritaria, por intermedio de un producto paradójicamente nuestro,
llamado civilización, técnica. Asombrado por escuchar que los medios de
comunicación informan, que Internet nos acerca y que el sistema nos cobija.
No existe un destino, nadie
siquiera a jugado a los dados con nosotros, somos tan cobardes de creernos esto
para justificar nuestros errores, somos tan esclavos de creernos libres bajo un
sistema que nos mutila, y al cual jamás tendremos la fuerza de derribar. Somos
tan vergonzosamente previsibles, que seguramente una solución genera otro
problema, que a su vez engendra el eterno retorno de las cosas, que damos en
llamar vida.
“Un año entero había solicitado
de Dios para terminar su labor: Un año le otorgaba su omnipotencia. Dios
operaba para él un milagro secreto: lo mataría el plomo Alemán, en la hora
determinada, pero en su mente un año transcurriría entre la orden y la
ejecución de la orden . De la perplejidad pasó al estupor, del estupor a la
resignación, de la resignación a la súbita gratitud”
Jorge Luis Borges, en el Milagro
Secreto, citado, por simplemente narrar con tan majestuosa precisión como el
tiempo, opera con basta y precisa crueldad, puesto que trasciende lo
cronológico de lo natural, es decir lo físico, lo progresivo. Transformándose o
siendo, según Kant, en la forma del sentido interno, de la intuición de
nosotros mismos y de nuestro estado interior.