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El Concepto de Hombría con el paso de las generaciones, un homenaje a mi abuelo Don Tomás.

Como la mayoría de los mortales hube de escuchar muchas historias acerca de mi abuelo, en este caso del paterno, Don Tomás González Cabañas, a quién la vida me lo mostro tan sólo siete años.
Recuerdos con él, muy pocos, casi ninguno, recuerdos de él, contados y acotados, comía chupetín, usaba bastón y arriba de su mejilla llevaba una curita.
Quizá una de mis tantas fobias, esta puntual relacionada los centros de internación, tenga que ver que en esa infancia, recorrí los pasillos del ya extinto hospital de litoral y mi abuelo nunca más volvió.
El imaginario de Don Tomás se me fue construyendo, no tanto por mi padre, como por mis tías, que contaban de sus proezas de Don Juan, que cada tanto equivocaba cartas destinadas a sus amantes y llegaban a manos de mi abuela Lola que pese a ello, lo esperaba todo los viernes en el puerto de Corrientes que arribará de Paraguay, donde había ido a trabajar, para tras años volver a tenerlo unas pocas semanas.
En uno de esos escasos recuerdos, que en verdad al ser sutiles y débiles tienen mucho de fantasioso, me pareció verlo en el patio de su casita (no tanto por las dimensiones sino porque en ella vivían 10 de sus hijos) con los pies adentro de la palangana mientras mi abuela se los secaba devotamente como en cierto ritual cristiano cercano a las fiestas.
Estamos hablando de los años del primer golpe de Estado, los ´30 por estas tierras, donde la hombría se hacía a caballo, a los escopetazos, mirando fuerte al entrar a la pulpería, donde las mujeres no sólo no votaban sino que además eran como entregadas por sus padres a hombres fuertes, a los 13, 14 o como mucho 15 años.
Nada de estupro, de igualdad de géneros, tiempos en donde esta parte de occidente se asemejaba más a sultanatos árabes, de hecho la historia de mis abuelos paternos transcurre en San Luis del Palmar, un satélite arábigo en las pampas.
Según refieren el abuelo Tomás, el poco tiempo que pasaba en su casa con sus hijos, no los destinaba a estos, más bien hacía acto de presencia varonil, rostro adusto, serio, mirada severa como en la pulpería, órdenes como a trote de caballo, en la cocina sólo mujeres, en el baño primero él, en la pieza sólo con su señora.
Historias y más historias, que hasta incluso en esa familia numerosa que forjo con doña Lola, que quizá ni siquiera tuvo posibilidad de elegir, ataba a los niños más revoltosos, que en cada rincón de las estancias donde trabajaba tenía una enamorada, cuando no alguna empleada del propio hogar, esquivando el control de la abuela. Se dijo que más de una “sirvienta” como decía mi abuela y se decía en aquella época se “desgracio” y la cría le salió igual a Don Tomás.
Al parecer el tiempo lo fue domando, lo humanizo, lo hizo más real, al menos para sus hijos, pero seguramente no habrá sido fácil, de hecho el mayor de sus vástagos murió en un duelo a los balazos, cuanto de estos encuentros habrá repelido don Tomás en aquellos años, en aquellos sitios donde la ausencia del Dios dogmatizado era tanta o más grande que la ausencia del estado.
Veinticuatro años después de que aquel viejo sanatorio se lo tragara, como me hubo de quedar en mi inconsciente de niño, encuentro, no tanto de casualidad sino más que nada con la intención de explicarme muchas cuestiones familiares e incluso de cierta herencia genética un recorte de un diario del triste año `88 donde el ex Gobernador Don Julio Romero se refería del siguiente modo ante las exequias de mi abuelo “Venimos a despedir a un hombre de larga trayectoria que ha sido ejemplo…caracterizándose por su total falta de interés personal sólo comparable a su tremenda entrega al interés común…pues jamás reclamó cargo alguno, que con creces le correspondía, bastándole con tener un puesto de lucha para desde ahí servir con lealtad al movimiento y al partido…será por siempre un ejemplo y un orgullo para el peronismo correntino”.
Y uno que no cree en casi nada, después de la partida, se encuentra con esto, que ciertos valores políticos de mi abuelo fueron destacados por el presidente de su partido, ex gobernador, pese a que Don Tomás no “llegó a ningún cargo” que ni quiera los pidió, uno que siempre se acostumbró a escuchar las historias de su propia familia que lo pintaban como un tipo de su época, que la trascienda en palabras emitidas en aquel entonces asentadas en una crónica periodística. Y ese trascender por una actitud ante la vida, ante la política, una actitud que vaya casualidad, este nieto, abuelo Tomás, lo ha tomado como propio en la propia carrera política.
Que tan poca cosa sería para vos, tipos como los que tenemos ahora adentro del partido y afuera, no te hubieran durado ni un segundo en una pulpería, y tampoco te hubieran doblegado con sus riquezas, con sus cargos, con sus improntas.
Tu legado familiar, íntimo, con creces a germinado, te recuerdan los tuyos con simpatía, con afecto, con cariño y hasta porque no con amor, ahora tu legado político, probablemente sea aún más profundo y se traslade por generaciones, quizá dando saltos, demostrando que un hombre no sólo es tan en sus circunstancias sino también para el mañana, para la humanidad, para la trascendencia, pese que para ello, se tenga un bien material menos o un billete más.