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Dispersión

“Lo que verdaderamente se trata de comprender, es el hecho de que las buenas leyes de por sí no son capaces de hacer mejores al estado ni a los ciudadanos. De otro modo sería muy fácil infundir con la letra de la ley el espíritu de un estado a todos los demás. Sin embargo, ya en Platón veíamos que se había abierto paso la conciencia de que las leyes como tales no sirven de nada si el espíritu, el ethos del estado no es bueno de por sí, pues el ethos individual de una sociedad es el que determina la educación de los ciudadanos, el que forma el carácter de cada uno a su imagen y semejanza” (de Werner Jaeger, Paideia), Por tanto lo que observamos en este brillante pasaje es básicamente de infundir a la ciudad, o polis para los griegos, de un buen ethos o espíritu y no de dotarla de un mayor número de leyes especiales para cada campo de la vida. Son incluso más explícitos y sorprendentes los testimonios de los grandes hombres griegos cuando se refieren a la falta de justicia y lo que ello provoca. “ Movidos por la avaricia, los caudillos del pueblo se enriquecen injustamente; no ahorran los bienes del estado ni los del templo ni guardan los venerables fundamentos de la justicia, que contempla silenciosa el pasado y el presente todo y acaba infaliblemente por castigar. El castigo divino no consiste ya, en las malas cosechas o la peste, sino que se realiza de un modo inmanente por el desorden en el organismo social que origina toda violación de la justicia. En semejante estado, surgen disensiones de partido y guerras civiles, los hombres se reúnen en pandillas que sólo conocen la violencia y la injusticia, grandes bandadas de indigentes se ven obligados a abandonar su patria y a peregrinar servidumbre”. Asombrosamente actual es la descripción de esta Grecia del Siglo VI a.c, que ha perdido la justicia social y padece los señalados sufrimientos. Claro que los Griegos entendían a esta problemática como de índole política, pero inserta en la faz del comportamiento espiritual del pueblo, por tanto encontraban las soluciones dentro de la educación moral, dentro de los ideales y de los valores de la sociedad. Como anteriormente se hizo referencia no generaban una burda e ineficaz acumulación de leyes, simplemente buscaban el punto neurálgico dentro del comportamiento humano del pueblo. No es casualidad que las palabras transcriptas de los pensadores griegos, resuenen hoy como muy cercanas, hasta casi proféticas, pese al paso de más de 2.500 años, las situaciones gráficas son casi similares de lo que padecía aquel lejano pueblo, pero a la vez cercano, con el nuestro hoy en día.
Tampoco es casualidad que casi nadie, en nuestra actualidad se dedique a bucear seriamente en la historia de las grandes culturas como para encontrar similitudes que puedan darnos idea de alguna solución social de fondo. Por tanto es de suma necesidad, seguir hablando y tratar de reconocer la esencia espiritual de nuestro pueblo.

Sí uno pretende, establecer una comunicación con un gobernante, y debe para ello, llamar repetidamente sin recibir respuesta, o lo que es peor, hablar, dialogar, acordar algo, y luego ser engañado ante el incumplimiento de lo pactado ¿qué se puede expresar, desde la honestidad intelectual, con respecto a ese funcionario?
Los tenedores de responsabilidades importantes, deben combatir con más ahínco sus miserias personales, los hombres de poder, tienen que evitar que en su actividad laboral, se les filtren las mugres naturales.
Si gobernaran sin dormirse en los laureles, sin creerse en los hacedores de la historia, sin necesidad de pisotear al rival, sin tanta complicidad de timoratos, prestos a la pleitesía, si verdaderamente combatieran a la pobreza, la desigualdad, la injusticia y la corrupción, sin mirar color o apellido, a nadie se le ocurriría observar, cuanto sale la ropa que visten, si son fieles a sus parejas, si se pasan con el escocés o sí necesitan de un papagayo por las noches.