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Huérfanos

Federico tenía razón, era fácil matar a dios con una frase, más no así matarlo desde el concepto, de sentir esa orfandad de que no exista nada, ni más allá ni más acá, de que tan sólo todo es un siniestro juego, ni siquiera del más fuerte, del más apto o del más vivo, tan sólo se trata del fatídico juego del más culón, del más ojetudo, o si usted lo prefiere, dado que poéticamente reside el hombre en esta tierra, del más antojadizamente visibilizado por el azar.

Pero, siempre se encuentra la vuelta, sí no, no existiría la esperanza, y para aquellos que no somos huérfanos reales, pero siempre nos hemos sentido tales, desde el amor o desde la referencia, todo se vuelve un poco más sencillo, el dolor, la injusticia, la hijoputez de la vida, es más pasable, digerible, dado que no hay a nadie a quién echarle la culpa, mucho menos poder compartir esa sensación horrible, pero que, paradójicamente, va cejando, se va desvaneciendo, como nosotros mismos, para finalmente llegar a esa nada que sencillamente debe ser grandiosa por esa razón y sensación más que nada, de nada, valga la redundancia.

Igualmente esa orfandad, es compartible, si llegamos a sentir cosas como las siguientes:

Así nos sentimos cuando, el empleador no nos da otra opción que no sea un trabajo en negro, o cuando uno como empleador, no tiene posibilidades económicas o de tiempo (para lidiar con la burocracia) para contratar un trabajador con todas las de la ley.


Así nos sentimos, cuando desde el mismo estado se pagan complementos o aumentos que son no remunerativos y que no ingresan en los aportes jubilatorios, o cuando se realizan contratos de locación de servicios, que tampoco incluyen aportes u obra social, o se renuevan los contratos, cada cierto tiempo, subyugando al empleado a la transitoriedad, incumpliendo los escalafones y atentando contra la estabilidad laboral.
Así nos sentimos cuando vemos por los programas de televisión, que el éxito no esta asociado al estudio o al trabajo, sino a la exhibición de las partes pudendas de señoritas abotagadas de silicona o la comicidad de conductores televisivos que para darse aires de intelectuales, publican libros a mansalva, a los fines de contribuir con el acervo cultural de nuestro país.
Así nos sentimos, cuando ya, más que ultrajado el principio de autoridad, las candidaturas políticas, no sólo que siguen en las mismas manos de los de siempre, sino que además, y no conforme con tamaña actitud antidemocrática, ahora avanzan con la no importancia del principio de al menos deslindar un proyecto o una propuesta, destrozando hasta el más común de los sentidos.
Así nos sentimos, cuando los medios de comunicación, regados por la voluptuosidad generosa de las pautas publicitarias, que se elevan sideralmente en años electorales, ocluyen con el poder de la indiferencia, las voces ciudadanas que sin intenciones políticas o con aquellas que no tienen la posibilidad de pautar, intentan construir con la crítica, un porvenir más ecuánime.
Así nos sentimos, cuando la indigencia y la pobreza, que azota más allá de la general paz, se ha convertido en un paisaje natural de nuestra geografía.
Así nos sentimos y actuamos. Sí podemos conseguir un falso parte de enfermo, no dudamos en hacerlo, para disfrutar de la señal de cable, por la cuál no pagamos, ya que estamos colgados. Iremos al supermercado, tratando de pagar en la cola con menos personas, por más que sea la fila para embarazadas y discapacitados y ni estemos ni seamos. Intentaremos, hacer pasar la moneda o el billete falso, que aquella noche oscura nos diera el taxista o remisero. Evitaremos el pago al fondo del incentivo docente, y también el darle la moneda al cuida-coche, total no ha ganado ni una licitación para estar donde esta y nuestro auto no ha sufrido daño. Si expedimos boleta o factura en nuestra actividad preguntamos al cliente si la necesita, y sí vamos como cliente, preguntamos al comerciante, sí nos hace algún descuento si no nos expide el comprobante de pago. Protestamos porque en la escuela de nuestros hijos, hay ratas, humedad y los pupitres están destrozados, pero desaparecemos cuando hay que colaborar con la cooperadora o cuando nos cobran algún impuesto. Formamos parte de uno de los países en donde se lee menos de un libro por año, pero nos agolpamos en la feria del libro, para tomar gratis la clase de reiki brindada por la editorial esotérica.
La esperanza que no siempre es lo último que se pierde, en este caso, se encuentra en las generaciones más jóvenes, que podrán ejercer el debido y natural proceso de la rebeldía, tratando de trasladar a la inmoralidad y la ilegalidad, al lugar que les corresponde, sacándolas del reinado actual que tienen sobre nuestras normas, usos y costumbres.
Revelarse ante lo establecido, ante el sistema de castas constituido, que representa que en Corrientes, sólo se pueda hacer carrera, chupándole las medias, u otras cosas, a los capitostes de turno, enrostrándoles, en caso de ser posible, la denigración que nos generan esas actitudes vergonzantes que sostienen un estado de cosas lastimero y aborrecible.
El destino quizá no nos tenga reservado nada mejor, pero si nos quedamos callados, como diría Maradona, la tendríamos adentro, al menos, que sepan que no la queremos adentro, todo afuera, por construir una Corrientes mejor, erradicando esos preceptos que estos orangutanes de la desidia, sostienen a más no poder.