De lo Trucho, lo Falso, la Imitación o la Copia
De un tiempo a esta parte, producto del “boom” que se generan en otras grandes urbes, las calles de nuestra ciudad, resguardan locales comerciales ataviados de ropa, juguetes y material audiovisual de juegos, música o películas, que son denominadas “saladitas” en virtud a la gran feria de la salada, en el conurbano bonaerense que desnudo el consumo inusitado de las mercaderías señaladas.
Cabe consignar que podríamos diferenciar los productos que se exponen de acuerdo a la siguiente lógica.
Productos “Copiados”. En este rubro entrarían tanto películas, como música y juegos, es decir la copia de contenidos, lúdicos, musicales o de imagen, que realizan desde una computadora personal quiénes a través de sitios en Internet (que están tratando de ser regulados a nivel internacional) lo “bajan” a CD, que luego lo ponen a la venta, en video clubes o en locales dentro de estas ferias. Habría que ver sí el copiar este contenido, sin pasar por el tamiz de la industria discográfica o de los juegos con consola o la industria del cine, deben ser tratados como “delito” o competencia desleal. Es decir el joven (por lo general no pasan de los 30 años quiénes se dedican a esta actividad) que pone este pequeño emprendimiento por lo general lo hace para poder pagar sus estudios, aprovechando que Internet le da esta oportunidad, de birlarle los derechos a las grandes discográficas o la industria del cine. Para el cliente tiene aún mucho más sentido, los costos son del 10% de lo que le saldría un original, claro que la industria no se quedó atrás y tras “pedirle o presionar” a sus artistas exclusivos que salieran a plantear a la opinión pública que comprando la copia no original, sólo se afectaba el bolsillo de los artitas, ahora genera lobby en el parlamento tanto de EE UU como en la UE, para que se apueben leyes como PIPA o SOPA, para que en definitiva se cierren los sitios de Internet que permiten bajar estos contenidos. Cuestiones anecdóticas, como el grupo musical “Calle 13” esta de acuerdo con la copia de sus propios originales, o el cierre de la cadena de alquileres de películas “Bluckbuster” a nivel mundial, por este fenómeno.
Lo que se pretende analizar, no es la legalidad o ilegalidad en que incurrirían cada uno de los sectores afectados, mucho menos, en la conveniencia del usuario o consumidor, pagar un 10% del costo “oficial”, sino como el aspecto cultural, continúa siendo determinante.
Ocurre que a estas copias, la llaman “Piratas”, “Truchas” o Falsas, cuando en realidad son copias, ni más ni menos, dado que se puede poner en cuestión, la tutela que creen tener las industrias por sobre la música, las películas y los juegos, son bienes culturales, que no tendrían que estar sólo al alcance de adinerados, de hecho, no por casualidad en la vida real, tienen tanto auge los lugares que venden estas copias, es más se tendría que avanzar en la legislación para proteger el acceso del público masivo a estos bienes, sin ser catalogados de piratas, truchos o cualquier otro término despectivo que se sostenga en la fantasía de argumentar que una determinada cantidad de dinero y un papel firmado, hará que sólo escuchemos a nuestro cantante preferido, a través de la compañía que le paga más y que nos vende su música de la forma que ellos definen y el monto que nos exigen, en caso de ser así, y por más dinero que reciban los artistas, estaríamos ante una nueva forma de esclavitud. Esto destierra otra argucia generada por la industria, ningún autor, cantautor, o cantante o creativo pasará sus días sumido en la pobreza, sí es copiado masivamente, no jodamos.
En cuanto a la indumentaria, es decir ropa, calzado o marroquinería, ocurre algo similar, nada más que no es copia, sino imitación. Para el consumidor el contraste también es notorio en cuanto a precio, pese a que a diferencia de lo cultural, también existen diferencias de calidad y el “imitador” debe tener más cuidado en cuanto a no violar la ley de marcas, dado que el margen de imitar y de falsificar, es más que delgado.
Falsificar es imitar con la intención de hacer pasar la imitación como original, sobre un producto de una determinada marca, y por tanto desde la hechura, el símbolo hasta las etiquetas, son tratadas de pasar como originales.
Trucho en cambio es cuando la imitación, se hace con materiales de un costo notoriamente menor y sin que la intención sea hacerlo pasar como original, se prescinden de detalles y se descuidan terminaciones, parece pero se nota que no es el original, dado que no se pretende hacerlo pasar como.
Imitación sería, tomar como modelo, como referencia, como punto de partida, pero no con la intención de copiarlo o de hacerlo pasar como el original, existe originalidad pese a que se tenga un punto de partida o de llegada.
Lamentablemente por lo general, como se imita, se trucha o se falsifica en grandes cantidades, muchas veces este negocio esta explotado por inescrupulosos que se abusan de trabajadores a quiénes someten a tratamiento esclavo (también lo hacen o lo hicieron grandes marcas internacionales o diseñadores de renombre Argentinos) pero como lo nuestro es lo cultural, debemos hacer hincapié en el discurso “totalitario” de consumo que se genera a partir de la moda. Es decir, en verdad, el negocio rentable y ético, debería ser la imitación, insistimos en la locura que representa que unas zapatillas valgan 700 pesos, o una cartera hasta 10.000, pero como el consumidor, influenciado por el mundo de la cultura (no por algo lo más truchado o falsificado son las marcas que usan futbolistas y vedettes o modelos) quiere lo que exhibe y derrocha el jugador de tal equipo o la chica del verano, entonces le pide al “mercado” paralelo, no una imitación, porque claro, culturalmente no es muy aceptable, aunque cada vez más sí, algo parecido, sino algo que sea igual, es decir se suprimió la imitación, nadie la quiere (es grasa, no va) por ello no hay marcas parecidas a, sino se va directamente a la falsificación, dejando de lado la truchada, hasta llegar al punto de buscar mercadería original robada por piratas del asfalto.
Un bien cultural, es una caricia al alma, es intangible, por ello ninguna industria, puede poner como esclavo a nuestros artistas, y señalarnos que es lo trucho, lo falso, o lo original, las copias bien valen, más si se obtienen por canales libres como la Internet, y hasta se debería legislar en contra del dominio que nos pueden imponer desde el “mercado oficial”.
Los bienes materiales, sin embargo, deberían ser válidamente imitados, con límites precisos, sin que los consumidores, exijan a los emprendedores pequeños a truchar o falsificar a marcas que son usadas, exhibidas por referentes mundanales y que crean tendencia o moda. La marca puede ser considerada como elemento de status social, pero lo más importante, para cualquier ser humano, independientemente de su ingreso, pasa o al menos debería pasar siempre por otro lugar. De lo contrario debemos recordar que o fuimos copiados en la secundaria o universidad o fuimos quiénes copiamos o ambas cosas, o los portales de noticias, diarios y noticieros, no “copian” la noticia de las agencias o de sus propios colegas, de hecho en el programa “Word” la herramienta es precisamente copiar. A nadie se le ocurre decir sistemáticamente que estos procedimientos que son naturales, son truchos o falsos, cuando se los hace, como lo describimos es por una cuestión económica que se libra en el terreno cultural.
“Podrán imitarnos pero igualarnos jamás” (Frase en una bandera de la hinchada de Boca Juniors”) Después de esta nota, es necesario que te pida que cites la fuente, jajaja, copia tranquilo nomás….
De un tiempo a esta parte, producto del “boom” que se generan en otras grandes urbes, las calles de nuestra ciudad, resguardan locales comerciales ataviados de ropa, juguetes y material audiovisual de juegos, música o películas, que son denominadas “saladitas” en virtud a la gran feria de la salada, en el conurbano bonaerense que desnudo el consumo inusitado de las mercaderías señaladas.
Cabe consignar que podríamos diferenciar los productos que se exponen de acuerdo a la siguiente lógica.
Productos “Copiados”. En este rubro entrarían tanto películas, como música y juegos, es decir la copia de contenidos, lúdicos, musicales o de imagen, que realizan desde una computadora personal quiénes a través de sitios en Internet (que están tratando de ser regulados a nivel internacional) lo “bajan” a CD, que luego lo ponen a la venta, en video clubes o en locales dentro de estas ferias. Habría que ver sí el copiar este contenido, sin pasar por el tamiz de la industria discográfica o de los juegos con consola o la industria del cine, deben ser tratados como “delito” o competencia desleal. Es decir el joven (por lo general no pasan de los 30 años quiénes se dedican a esta actividad) que pone este pequeño emprendimiento por lo general lo hace para poder pagar sus estudios, aprovechando que Internet le da esta oportunidad, de birlarle los derechos a las grandes discográficas o la industria del cine. Para el cliente tiene aún mucho más sentido, los costos son del 10% de lo que le saldría un original, claro que la industria no se quedó atrás y tras “pedirle o presionar” a sus artistas exclusivos que salieran a plantear a la opinión pública que comprando la copia no original, sólo se afectaba el bolsillo de los artitas, ahora genera lobby en el parlamento tanto de EE UU como en la UE, para que se apueben leyes como PIPA o SOPA, para que en definitiva se cierren los sitios de Internet que permiten bajar estos contenidos. Cuestiones anecdóticas, como el grupo musical “Calle 13” esta de acuerdo con la copia de sus propios originales, o el cierre de la cadena de alquileres de películas “Bluckbuster” a nivel mundial, por este fenómeno.
Lo que se pretende analizar, no es la legalidad o ilegalidad en que incurrirían cada uno de los sectores afectados, mucho menos, en la conveniencia del usuario o consumidor, pagar un 10% del costo “oficial”, sino como el aspecto cultural, continúa siendo determinante.
Ocurre que a estas copias, la llaman “Piratas”, “Truchas” o Falsas, cuando en realidad son copias, ni más ni menos, dado que se puede poner en cuestión, la tutela que creen tener las industrias por sobre la música, las películas y los juegos, son bienes culturales, que no tendrían que estar sólo al alcance de adinerados, de hecho, no por casualidad en la vida real, tienen tanto auge los lugares que venden estas copias, es más se tendría que avanzar en la legislación para proteger el acceso del público masivo a estos bienes, sin ser catalogados de piratas, truchos o cualquier otro término despectivo que se sostenga en la fantasía de argumentar que una determinada cantidad de dinero y un papel firmado, hará que sólo escuchemos a nuestro cantante preferido, a través de la compañía que le paga más y que nos vende su música de la forma que ellos definen y el monto que nos exigen, en caso de ser así, y por más dinero que reciban los artistas, estaríamos ante una nueva forma de esclavitud. Esto destierra otra argucia generada por la industria, ningún autor, cantautor, o cantante o creativo pasará sus días sumido en la pobreza, sí es copiado masivamente, no jodamos.
En cuanto a la indumentaria, es decir ropa, calzado o marroquinería, ocurre algo similar, nada más que no es copia, sino imitación. Para el consumidor el contraste también es notorio en cuanto a precio, pese a que a diferencia de lo cultural, también existen diferencias de calidad y el “imitador” debe tener más cuidado en cuanto a no violar la ley de marcas, dado que el margen de imitar y de falsificar, es más que delgado.
Falsificar es imitar con la intención de hacer pasar la imitación como original, sobre un producto de una determinada marca, y por tanto desde la hechura, el símbolo hasta las etiquetas, son tratadas de pasar como originales.
Trucho en cambio es cuando la imitación, se hace con materiales de un costo notoriamente menor y sin que la intención sea hacerlo pasar como original, se prescinden de detalles y se descuidan terminaciones, parece pero se nota que no es el original, dado que no se pretende hacerlo pasar como.
Imitación sería, tomar como modelo, como referencia, como punto de partida, pero no con la intención de copiarlo o de hacerlo pasar como el original, existe originalidad pese a que se tenga un punto de partida o de llegada.
Lamentablemente por lo general, como se imita, se trucha o se falsifica en grandes cantidades, muchas veces este negocio esta explotado por inescrupulosos que se abusan de trabajadores a quiénes someten a tratamiento esclavo (también lo hacen o lo hicieron grandes marcas internacionales o diseñadores de renombre Argentinos) pero como lo nuestro es lo cultural, debemos hacer hincapié en el discurso “totalitario” de consumo que se genera a partir de la moda. Es decir, en verdad, el negocio rentable y ético, debería ser la imitación, insistimos en la locura que representa que unas zapatillas valgan 700 pesos, o una cartera hasta 10.000, pero como el consumidor, influenciado por el mundo de la cultura (no por algo lo más truchado o falsificado son las marcas que usan futbolistas y vedettes o modelos) quiere lo que exhibe y derrocha el jugador de tal equipo o la chica del verano, entonces le pide al “mercado” paralelo, no una imitación, porque claro, culturalmente no es muy aceptable, aunque cada vez más sí, algo parecido, sino algo que sea igual, es decir se suprimió la imitación, nadie la quiere (es grasa, no va) por ello no hay marcas parecidas a, sino se va directamente a la falsificación, dejando de lado la truchada, hasta llegar al punto de buscar mercadería original robada por piratas del asfalto.
Un bien cultural, es una caricia al alma, es intangible, por ello ninguna industria, puede poner como esclavo a nuestros artistas, y señalarnos que es lo trucho, lo falso, o lo original, las copias bien valen, más si se obtienen por canales libres como la Internet, y hasta se debería legislar en contra del dominio que nos pueden imponer desde el “mercado oficial”.
Los bienes materiales, sin embargo, deberían ser válidamente imitados, con límites precisos, sin que los consumidores, exijan a los emprendedores pequeños a truchar o falsificar a marcas que son usadas, exhibidas por referentes mundanales y que crean tendencia o moda. La marca puede ser considerada como elemento de status social, pero lo más importante, para cualquier ser humano, independientemente de su ingreso, pasa o al menos debería pasar siempre por otro lugar. De lo contrario debemos recordar que o fuimos copiados en la secundaria o universidad o fuimos quiénes copiamos o ambas cosas, o los portales de noticias, diarios y noticieros, no “copian” la noticia de las agencias o de sus propios colegas, de hecho en el programa “Word” la herramienta es precisamente copiar. A nadie se le ocurre decir sistemáticamente que estos procedimientos que son naturales, son truchos o falsos, cuando se los hace, como lo describimos es por una cuestión económica que se libra en el terreno cultural.
“Podrán imitarnos pero igualarnos jamás” (Frase en una bandera de la hinchada de Boca Juniors”) Después de esta nota, es necesario que te pida que cites la fuente, jajaja, copia tranquilo nomás….