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El Peronismo es por naturaleza Irreverente y Contestatario

Pese a que los que se dicen peronistas, intentan desvirtuar al movimiento desde sus conceptos más profundos, planteando que la política tiene que ser pro-positiva, destacar sólo los aspectos bellos y armónicos, y destemplar y apartar las críticas y los reclamos, el origen del peronismo y sus principales actores (Caso Evita y Néstor) siempre rescata, valora y propicia la insatisfacción y la irreverencia permanente.
Sólo el peronismo edulcorado, o el peronismo tibio o el peronismo conservador popular es capaz de plantear las ganas, los anhelos y los deseos de todo un pueblo, por intermedio de un mensaje por una red social. Sólo ese peronismo, alimentado por años de enajenar los recursos públicos, obtenidos por la sangre, sudor y lágrimas de miles de compañeros, para rellenar las panzas obscenas de un manojo de capitostes y otros tantos secuaces puede plantear la diabólica perversión de querer quitarle al peronismo su espíritu irreverente, contestatario, inconformista, para intentar “vender” que la política se hace sólo mediante la difusión de “lindas noticias”.
A un peronista que le corre sangre por las venas, le duele, no ya lo obvio (es decir que un gobierno radical no haga peronismo) sí no, más que nada lo inentendible que los que se dicen compañeros, emulen en la perpetuidad de sus cargos a figuras simbólicas de los conservadores como Juan Ramón Vidal, dispongan que la bandera de un proyecto nacional y popular, la lleven como insignia quiénes propulsaron el terror social de los ´90 o la complicidad con los capangas que gobernaron Corrientes o que simplemente los hechos políticos se digiten desde una oficina que más se parece a la del partido liberal, que a las decisiones que debería tomar un partido comprometido con lo popular y el cambio radical de los usos y las costumbres conservadores.     
Lamentablemente, la sociedad en su conjunto, en cada una de sus diversas acciones y actitudes de sus diferentes miembros, consiente, en el paroxismo de la genuflexión, con este sistema feudal, que en la historia no hubo de ser vencido conceptual o culturalmente, sino más bien, superado por la aparición de la peste negra (que arrasó con la población) y por tanto, continúa cobijándonos con sus hipócritas y vetustos principios, e imposibilitándonos el acceso a la condición de ciudadanos.
 
Como ocurre con otra de las manifestaciones que señalan la poderosa vigencia del imperio cultural del horror, y se vislumbra, en la voz y en la pluma de quienes piensan que la responsabilidad absoluta, del estado de cosas, corresponde únicamente a ciertos hombres y nombres. Este atropello flagrante no ya a la inteligencia, sino al mero sentido común, ha permitido que los platos los paguen un fulano o un mengano, cuando todos hubieron de comer y de servirse en los distintas cenas orgiásticas, que nos sentencian a repetir como sociedad, una y otra vez, el espectáculo circense de sentarnos en una mesa engalanada de lujo, dentro de un castillo medieval.  

Estos hombres necios o lugartenientes de algún representante de la nobleza, disparan balas que nos llevan al pasado o salvas que nos conducen al escenario internacional. Cobardes o ignorantes, que terminan siendo funcionales a lo que en público dicen desdeñar y en privado apañan sin dudar.

Nada que suceda afuera de nuestro latifundio, modificará nuestra realidad, primero debemos reflexionar bajo una profunda autocrítica, más allá de que resulte más fácil señalar la criminalidad extranjera o pasada, nos debemos cada uno de nosotros una confesión, que colabore con un silencioso cambio de actitud.

Como hijos de esta sociedad feudal, nos ha costado interminables batallas personales, él poder liberarnos, de los vestigios claudicantes y oprobiosos, que ofrece a sus vasallos, este sistema conceptual y cultural imperante, que se mantiene desde el medioevo.

 

Hemos participado de las fiestas aristocráticas de los hijos del poder, en donde la mayor virtud consistía en dejar encinta a la oportuna morochita de barrio, o transgredir cuanta ley se oponga, a deseos patológicos y adolescentes, cómo agredir a un siervo vestido de policía o iniciarse sexualmente con la criada de la familia.

 

Hemos prestado nuestro convencimiento, a decenas de inescrupulosos y mequetrefes, que no tenían mayor finalidad que la de enriquecerse obscenamente, y que a costa de años y años de displicente obsecuencia, se transformaban en candidatos políticos.

 

Hemos cantado el salmo a algún profeta, en diferentes Iglesias, en honor al casamiento de alguna niña bien, que pese a llevar a la práctica, hasta el hartazgo, las poses del kamasutra, tomaba por esposo a un reconocido homosexual, siendo unidos en matrimonio, por un cura del cuál se comentaba su predilección por los infantes.

 

Hemos comprobado la frase de Napoleón, que todo hombre tiene su precio, y hemos observado como un periodista puede, rápidamente, cambiar el ángulo de la información, si hay un dinero de por medio.

 

Hemos compartido los encuentros decimonónicos culturales, en donde se discutía bizantinamente el sexo de los ángeles, y los reconocidos adalides del saber, se mostraban como mercenarios de las letras y traficantes de prestigio cultural, a cambio de algunas nueces.

 

Hemos expresado incluso, “no sabes quien soy”, en forma engreída y altisonante, a quienes oportunamente nos incomodaran, logrando finalmente nuestro triste y pusilánime cometido de amedrentar.

 

Hemos compartido la idea de “bajar a los barrios o villa”, cuál si estuviéramos mirando la realidad desde la altura, para ofrecerles a los que no estaban arriba, alguna quimera inventada por vaya a saber que mesiánico de turno.

 

Por nuestra experiencia, por que estas acciones hipócritas nos cercenan el alma, tenemos el derecho y la obligación moral, de señalarles a quiénes se dicen peronistas, que esto es lo que tenemos que cambiar, que esta es la realidad, que desde sus panzas gordas y atoradas de vano poder oligarca, no los dejan pensar, como peronista, irreverente y contestatario, como lo fueron Evita, Néstor, y el General.