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Laberinto

De niño deseó ser adulto, para tomar café, dijo
Despertó ternura entre los mayores, salvo en uno que se lo concedió
Como si fuese la obra de un demiurgo, fue develando todos los misterios
El tiempo no había pasado ni se detuvo, tan sólo le pertenecía
Probó de todos los granos, con todos los envases, variando temperatura y más
No existía concepción del café sin él

Fue un instante, volvió a sentir aquello que alguna vez lo condujo al deseo
Se aburrió, esta vez, no quería otra cosa, simplemente que todo dejara de suceder
Que tragedia, que dolor, decían alrededor, mayores y menores, salvo uno
El mismo de aquella vez, lo veía tan cansado, tan poco digno del desafío que le hubo de presentar
Ese soy yo, se dijo el superior, por más que lo consideren mi creación; caviló

Una lágrima de hiel luchó contra el almibarado orgullo de nunca dejar de ser
Quién deseaba ser adulto, ni siquiera deseaba ser niño para vivir lo que no había vivido por desear
Le estaba ganando el desafío, de todas maneras, al creador del juego, allí estaba
En medio del laberinto, sin el café, sin llorar, ni odiar, sin recordar
Y por sobre todas las cosas estaba en tal situación sin preguntar por él

¿Qué quieres?  Y te lo concederé, le dijo, casi renunciando a su potestad
Ni siquiera que te corras, tampoco diré que no te escucho, en verdad nada quiero
Pero responderé
Quiero lo que no hay y no me importe el nombre que le pongas o que le pongan
Concedido, a regañadientes exclamo
El café, la niñez, la adultez, el deseo y todas las nomenclaturas
La renuncia a la renuncia, salir del laberinto no buscando la salida
Fue el precio que pago, con ganas y felicidad, este creador que salió de otro

Y que engendrará otros, por intermedio de su palabra estampada al papel