Podría
ser una breve historia del Marketing político, o más románticamente de
la militancia, de las fuentes del 17 de octubre atestadas por los
cabecitas negras, o el aluvión zoólogico, según quién la viera, pasando
por las plazas de Alfonsín, las vinchas de Menem, hasta los trapos de la Cámpora,
pero no, lo que se discute o al menos debería es sí en definitiva los
medios, la tiza y el carbón o el Twitter o el Face, cambian
sustancialmente por ser medios diferentes, o la esencia, el concepto, el
sustrato se modifica de otra manera, con otros tiempos.
Tanto
el político que considera al poder, como un patrimonio personal, cómo
el académico que piensa que el conocimiento es un decálogo bajo su
potestad, cómo el comunicador que construye la noticia de acuerdo a lo
que transmite y de la forma en que lo hace, sumado a los portadores de
alcurnia que sienten que las personas se encuentran divididas en dos
tipos de colores de sangre, construyen este ideario cultural de la
lógica feudal. El político que gestiona a favor de la gente, en realidad
entrega una prebenda al esclavo, el estudiante que aprueba un parcial,
recibe la aprobación del amo, al ciudadano que le difunden una petición o
una acción, los dueños del micrófono le ceden un breve espacio por
lástima, los portadores de sangre azul invitan a los vasallos, a
participar de las fiestas, a los fines de ser envidiados.
“Movidos
por la avaricia, los caudillos del pueblo se enriquecen injustamente;
no ahorran los bienes del estado ni los del templo ni guardan los
venerables fundamentos de la justicia, que contempla silenciosa el
pasado y el presente todo y acaba infaliblemente por castigar. El
castigo divino no consiste ya, en las malas cosechas o la peste, sino
que se realiza de un modo inmanente por el desorden en el organismo
social que origina toda violación de la justicia. En semejante estado,
surgen disensiones de partido y guerras civiles, los hombres se reúnen
en pandillas que sólo conocen la violencia y la injusticia, grandes
bandadas de indigentes se ven obligados a abandonar su patria y a
peregrinar servidumbre”. Asombrosamente actual es la descripción de esta
Grecia del Siglo VI a.c, que ha perdido la justicia social y padece los
señalados sufrimientos. Claro que los griegos entendían a esta
problemática como de índole política, pero inserta en la faz del
comportamiento espiritual del pueblo, por tanto encontraban las
soluciones dentro de la educación moral, dentro de los ideales y de los
valores de la sociedad. Como anteriormente se hizo referencia no
generaban una burda e ineficaz acumulación de leyes, simplemente
buscaban el punto neurálgico dentro del comportamiento humano del
pueblo. No es casualidad que las palabras transcriptas de los pensadores
griegos, resuenen hoy como muy cercanas, hasta casi proféticas, pese al
paso de más de 2.500 años, las situaciones gráficas son casi similares
de lo que padecía aquel lejano pueblo, pero a la vez cercano, con el
nuestro hoy en día.
Encontramos,
en la gran y nutritiva historia, de nuestro pensamiento contemporáneo
el pensamiento del Francés Michael Foucault, definido según las
corrientes de pensamiento como un “post-estructuralista”. Este verdadero
arqueólogo del saber, reconocido como un verdadero erudito y teórico en
el campo filosófico, desarrolló una prolífica carrera literaria,
innumerables textos de su autoría son considerados lugares obligados,
tanto para estudiantes como para profesionales ligados al ámbito
intelectual. En una de sus obras, más concienzudas, más trabajadas y
polémicas a la vez, intitulada “ Historia de la Locura”,
dividida en tres grandes tomos, Foucault se encarga de realizar una
verdadera arqueología, desde el punto de vista del Poder, entendido este
como la puja entre los sectores dominantes y dominados, y su relación
con las denominadas estructuras de Control.
El
carril de la investigación es la condición de la locura, es decir,
independientemente de las definiciones psicológicas pertinentes, el
estado de anormalidad de un sujeto desde el punto de vista de las
estructuras sociales, o a decir de Foucault, de las estructuras de
Poder.
La
locura, se basa entonces, en una propuesta estructural de que los
hombres están sometidos a las estructuras y no a la inversa, y que el
paso de la historia de la locura se ve delimitado por un marco propio de
éstas, que establecen modelos propios de relaciones que son diferentes
manifestaciones de un mismo sistema estructural. Foucault inicia de esta
manera un recorrido cronológico, a lo largo de la historia de
humanidad, llevando como centro de la investigación a la locura. Expone
que al final de la Edad Media
la lepra desaparece del mundo occidental y la margen de la comunidad y
en las puertas de la ciudad quedaban leprosarios vacíos, por tanto la
encarnación del mal, o de lo anormal, pasa de la lepra a la locura. Esto
llevaría a pensar primariamente que toda conducta marginal, frente a la
comunidad significa un acto de locura. Este análisis aparece para
Foucault como una necesidad Europea de autodefensa, ante el miedo
indirecto a contagiarse de lo oriental o de lo africano, que son
sinónimos de enfermedades y locuras poco civilizadas o si se prefiere de
culturas marginales. Claro que esta marginalidad, es tal, por
contrastar con la sociedad occidental. Olvidando así al leproso, dice
Foucault, sigue la estructura que permanece aguardando quien la llene, y
serán entonces los pobres, los vagabundos, los muchachos del
correccional y las cabezas alienadas quienes pasarán automáticamente al
sistema de exclusión. El autor francés, continúa con un maravilloso
análisis acerca de la definición de la locura, es decir tanto a nivel
psicológico cómo post-estructuralista, pero a razón de la argumentación y
al tema que nos ocupa, vale decir que lo que Foucault va perfilando,
con su sello propio, es la disputa misma entre aquellos que por
diferentes circunstancias, sean locos, o jóvenes, “ lo común entre un
loco y un joven es simplemente su no aceptación de los principios
morales sociales establecidos por sus mayores. El joven como el loco
asume posturas impensadas para una sociedad y entonces está marginado”,
por tanto se ven enfrentados con lo que se denominaría las pautas del
poder reinante o las estructuras de poder. “ La reclusión individual en
su triple función de ejemplo de terrible instrumento de conversión y
condición para un aprendizaje”, expresa el intelectual francés, para
continuar diciendo “ Una adopción meticulosa del cuerpo y del tiempo del
culpable, un encuadramiento de sus gestos, de sus conductas, por un
sistema de autoridad y de saber...El enderezamiento de la conducta por
el pleno empleo del tiempo, la adquisición de hábitos...No se castiga
para borrar un crimen, sino para transformar un culpable”.
Es
decir el planteamiento de Foucault, consiste básicamente, apoyado
además en otra serie de textos como; Vigilar y Castigar, Las Palabras y
las Cosas, Historia de la Sexualidad,
La verdad y las leyes en las formas jurídicas, en el estudio de la
actuación de las normas tanto morales, sociales, jurídicas de los
sectores dominantes, o los sectores rectores y reinantes en el poder, o
sea los sectores dirigentes e institucionales y de cómo, en el que caso
que lo hagan, transforman a sus elementos sociales, que transitan por
fuera de la ley.
Retomando
las investigaciones de Foucault, lo que se quiere recalcar es
precisamente las formas y el fondo de nuestro comportamiento, desde el
punto de vista institucional o de los sectores de control y poder, que
marcan a las claras nuestras reglas y métodos que como sociedad
aplicamos a diario.
Es
decir lo que no se puede controlar, pero que surge, debe ser ocultado,
reprimido o castigado, aquellos que prefieren transitar por el afuera
del control, son estigmatizados, “loquitos”, librepensadores que de
acuerdo a los títeres del sistema de control, acabarán agotados
predicando en el desierto.
Tal
como en la psicología, cuando plante la existencia del inconsciente
como complemento del yo, de la estructura psíquica, que necesariamente
habla, por intermedio de sueños y de fallidos, desemboca en patologías
(o enfermedades) cuando ese inconsciente, no controlado e imposible de
controlar es severamente reprimido y no tenido en cuenta o negado.
Seres
constituidos con un temor profundo a la falta de certeza,
racionalizamos nuestros sentimientos y creamos un sistema de vida, que
se debilita cuando, necesariamente, se nos filtra del inconsciente, un
sueño que no quisimos tener, una pesadilla, una frase que no pretendimos
verbalizar, asoma con brillantez el sol que nos dice que no podemos,
por más que nos esforcemos, en tener el control de nosotros mismos.
Pero
vamos por el control, del sistema, de la sociedad, impulsados por esa
debilidad innata, que cada tanto nos aflora y nos recuerda que no
podemos controlarnos nosotros mismos. Vamos por el poder, para decirle
al otro, que es lo normal, que es lo que tiene que hacer y que no,
disfrazamos a un grupo que nos diga si no cumplimos la ley, a otros, con
otros disfraces si estamos sanos o enfermos, todos formados por otro
grupo que inculca conocimientos, para que estos inculquen a los
inculcados, un diálogo donde la prenda de cambio es el trabajo sistémico
que nos hace otorgar tiempo a un sistema de producción, para que nos
digan que tenemos que decir, sí lo que decimos está bien o mal, sí
corresponde, en el mejor de los casos, claro, cuando el tiempo no señale
lo obligatorio, dormir, trabajar, comer.
Entonces
utilizamos las salidas temporarias, otros sistemas que nos brinden la
certeza que nunca podremos obtener pero que estamos condenados a buscar.
Abrazando la tecnología que nos costará el exterminio de nuestros
recursos naturales, construimos redes sociales, virtuales, donde, más
allá de la comunicación y de la exposición pretendemos imposibles, como
tomar cervezas, comer rosquetas, fumar cigarrillos, pertenecer a grupos,
militar causas, todo, por intermedio de un click.
Cuando
en una determinada mayoría, el amor real, duele tanto, que se prefiere
establecer un vínculo cibernético, manteniendo sexo y despertando en los
protagonistas sentimientos serios, por más que no existan intercambios
de fluidos, esa mayoría genera una realidad, antes inexistente, que debe
ser considerada como tal, independientemente de lo que parezca a ojos
de quiénes se manifiestan en la vida con otros parámetros.
Los
griegos que nos legaron la democracia, consideraban natural no sólo la
homosexualidad, sino que se sospecha (al menos etimológicamente) que la
pedofilia era socialmente estimulada. Foucault murió de Sida, dejándonos
como herencia sus textos.
Quizá
nuestros sistemas actuales, que nos movilizan a vivir tras una
pantalla, desde la sexualidad, hasta el amor, pasando por la militancia
política, sea una manifestación clara, de que en realidad lo que no
controlamos, o se ha salido de nuestro control o de nuestras intenciones
concientes, es un sistema de político, administradas por meros
oportunistas que ni siquiera reconocen que no se pueden controlar ellos
mismos y por tanto difícilmente, desde lo conciente, puedan cambiar las
cosas para bien en nuestra comunidad, y aquí, al menos en Corrientes,
los datos objetivos nos avalan, por tanto, los que no están en el manejo
real del poder, los que no pertenecen al sistema, son los locos, los
enfermos, los que en el mejor de los casos, pertenecen al mundo de las
redes sociales, que en muy pocas oportunidades se cruzan con el mundo
del poder fáctico que administran.
Que
Dios, Internet o la naturaleza les de larga vida, para que puedan
presenciar en la carne de sus propios hijos, como esos valores, esos
paradigmas que piensan que son eternos, se esparcirán en el aire, como
el correo basura, como las promesas incumplidas, ese poder que hoy
ostentan, sin practicarlo, se desvanecerá en el aire, dejándolos en la
evidencia de sus más profundas debilidades, esas que los llevaron a
decirle a otros lo que no se pueden decir para sí mismos.