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Os dais cuenta de las cosas que tengo que hacer para que me tengáis respeto

Los estructuralistas nos han ensañado, de que manera funciona la modernidad, hay que participar como lo pensó Platón en su momento, pero viviendo en la clandestinidad.

Esto es, elegir un par de objetivos, independientemente de que sean altruistas, ideológicos o materialistas, ir por ellos con diferentes envases, con trajes disímiles, aplicar y agudizar la astucia, y en el trayecto, tratar de no angustiarse mucho y buscar la risa.
Golpeemos juntos pero marchemos separados, decía Lenin. Me escindo en diferentes vertientes, pero el fin sigue siendo el mismo; vivir en una realidad, con parámetros que escapen las cadenas que nos vienen sometiendo. Los índices de pobreza, inseguridad, desigualdad, tienen más que ver con la falta de elementos reflexivos que padece la clase media, que con la economía, los gobiernos de turno, la arrogancia del progresismo o la estrechez de los conservadores.
Las ideologías, no han germinado y las divisiones políticas se dan de acuerdo a los capangas o líderes que tengan determinado grupo de lacayos como lustrabotas.
Lamentablemente, a los que podríamos denominar progresistas, independientes, o que no comulgan explícitamente o implícitamente con este modelo cultural ( no tienen una dependencia laboral del estado, profesionales, o personas con posibilidades de prepararse) les ocurre un fenómeno que los aísla de la problemática. Muchos optan por irse a otras tierras (nuestra provincia tiene más de la mitad de su población, en otros lugares del país) y no sólo son estudiantes que viven en capital, los más son trabajadores de la construcción, bordadoras y personas que mediante el esfuerzo y el sacrificio, progresan en el conurbano bonaerense o en localidades de provincias cercanas. Los que se quedan, se aíslan o se abstraen, involucrándose en temas que le atañen al mundo o al país, y no a nuestra tierra. Un caso muy paradigmático, es lo sucedido en la dictadura, que desemboca en una disputa de intelectuales, periodistas y hombres interesados en ver sí somos de izquierda o de derecha. El bosque les tapa el árbol, y por su propio deseo de huída, de no querer ver lo que nos sucede, se olvidan que en Corrientes vivimos en un estado feudal, aquí todavía no llegó la revolución francesa, es imposible pensar en los términos políticos que se piensan en la capital o en el mundo. Acá no existe el mercado, ni siquiera un régimen de informalidad, estamos en la etapa del trueque, y no lo digo yo, sino que lo afirman economistas locales. Entre los que se van y están afuera y entre los que se quedan y viven otra realidad, triunfa el pensamiento y la cultura feudal. 
Obviamente que los políticos son los mayores responsables, de esta realidad, nefasta, que vivimos, pero daremos un gran paso sí los ciudadanos, o los que pretendemos serlo, empezamos a cambiar desde nosotros mismos. Sí no le pedimos favores sexuales a las mujeres que trabajan bajo nuestra administración, sí blanqueamos el rompimiento de un matrimonio, sí aceptamos una inclinación sexual determinada, sí pensamos que la autoridad se funda en la razón y en los argumentos y no en los uniformes o en los apellidos, sí en definitiva nos nutrimos más de lo interno que de lo externo, estaremos dando un gran paso.                 
La verdad que somos una generación con muchas dificultades, la apertura democrática trajo además de los consabidos derechos consagrados de la libertad, la problemática del libertinaje, es decir, además de los excluidos sociales, las víctimas de los malos gobiernos, tenemos las víctimas culturales, los hijos del liberalismo conceptual que dejo sin referencias ni espirituales ni filosóficas a toda nuestra camada, sólo dejo la estela del individualismo y la superficialidad. En Corrientes, esto se observa con un fenómeno muy claro, que es la condición de estudiante, que adquieren los jóvenes, mucho de ellos no estudian, o hacen que estudian, pero no se esfuerzan en superarse, ni en pararse ante la vida con una utopía de una provincia mejor, viven hasta más de los 40 en la casa de los padres, con los ánimos y las expectativas negadas, con un conformismo inoculado por la casta de feudales que nos gobiernan, que están chochos con la generación de jóvenes que pintan paredes para las campañas y reparten volantes, pero no discuten la cosa pública, porque ni siquiera tienen ganas de hacerse cargo de sus vidas, por tanto estamos trabajando sobre esta dura realidad, que tardará años en modificarse, pero es en definitiva la madre de todas las batallas.    
Las acciones de los hombres no se deben medir por los resultados, lo importante es la forma, o la condición, en la que se llega a ellos. El desafío pasa por mantenernos y consolidarnos, en la forma y en los métodos que aplicamos, independientemente de lo que obtengamos, que como sitial mayor, se traduce en lograr un mínimo cambio en las pautas culturales y sociales. Resulte, como resulte, esta es una partida larga, y particularmente, soy de los que mueren de pie, cómo los árboles.