Un poco de amor francés
Empantanado en espeso y lúgubre lodo, uno consigue en tal particular estado abstraerse de una visión egocéntrica del mundo, desligarse de ambiciones desmedidas, alejarse de pretensiones inalcanzables y se permite tan solo entregarse por completo al sujeto con el cuál se construye el amor. Pasear despreocupado bajo la única y absoluta compañía de la sombra hecha carne, compartir la eternidad del tiempo, con el bálsamo fiel de esa imagen reflejada de uno. Actividades, simples, lisas y llanas, pero alimentadas y propulsadas por el flamígero y centellante fuego de la ardorosa y viva pasión de la esencia más pura y radical; el deseo amoroso.
A mí me apasionaba escuchar sus relatos, plagados de desdichas, de frustraciones y de traiciones, me encantaba saber que despertaba una ciega confianza en una mujer que se jactaba de descreer en todo. La miraba fijamente a los ojos, y podía con ello descubrir la paz que conseguía al desnudar sus misterios ante mí. Como para actuar de forma recíproca, yo intentaba transmitirle ciertos aspectos de mis horrores, sin embargo, muy en el fondo, algo no me permitía mostrarme prístino y sincero. Siempre la desconfianza y la malicia golpeaban mi espíritu y detenían la marcha de mi apertura, por intermedio de mentiras creíbles o de argumentos rebuscados, lograba no entregarle el raudal de mis experiencias, y por lo general cuando la cosa se complicaba, retiraba el as, que siempre lucía en mi manga, y lo jugaba en la partida del sexo.
Por más que todo marchara bajo normales carriles, mi volcánico espíritu en algún momento entraría en erupción y me haría nuevamente desertar del destino. Esta actitud, que la llevaba como marca registrada, como sublime distintivo, no podía alejarse de mí, no manifestaba señal alguna de querer abandonarme y lentamente intentaba absorber que había nacido para construir, pero que tales cimientos sembraban la propia semilla de la autodestrucción y por ello siempre me manifestaría de un modo ambiguo y disfuncional para conmigo mismo.
Saturados por estrictos horarios de trabajo, seducidos por las ofertas del mercado y por llevar una vida acorde a los preceptos sociales, prostituían su dignidad y con ello las ideologías, las fantasías y la moral. Al declinar el sol, dentro del reinado de la luna y de las principescas estrellas, los jóvenes se disponían a hacer el amor, por ende trataban de olvidar las relaciones mantenidas por dinero. Algunos construían el encuentro amoroso consigo mismos, emborrachaban sé a más no poder, los mas extremistas utilizaban alguna que otra sustancia química, los introvertidos la pasaban navegando en la red y los fracasados alabando ciertos tipos de desbordamientos metafísicos. Tanto unos como otros gozaban de una libertad condicional, pues al otro día debían continuar ateniéndose a los mordaces condicionamientos del mercado.
Sí comentar en forma cruda las acciones que demuestran la naturaleza perversa del hombre, desnudando así las falacias de espejos, los paisajes novelescos de una sociedad que se empeña en caracterizar a los malos e injustos en un sector, a los buenos y justos en otros, que nos intenta mentir en forma descarada acerca de las bondades de un sistema que se eleva a expensas del sufrimiento y la necesidad de la mayoría. Sí señalar que no existen instituciones puras ni organizaciones impuras, si delatar a un degenerado que usa una sotana como máscara, si criticar a un ciudadano, por más que pertenezca a una comunidad sufrida, si levantar las banderas de los que no poseen voz, si ponerse en el lugar de un asesino, como para tratar de entender el porque de sus actos, si escribir tales cosas en un texto, nos conducen a medidas de obviar, segregar y tratar con indiferencia a los que emiten este tipo de mensajes. Este tipo de voz será escuchada por individuos que no tengan más que la nada como sostén, dado que los otros están tan viciados con parámetros tan equívocos y erróneos, que encuentran respaldo en instituciones, cerradas y sctarias que defienden lo temerario y absurdo de que existen santos y demonios, víctimas y culpables, ignorantes y sabios. recuerde que donde vosotros veis cosas ideales, aquellos grandes de espiritu pueden ver cosas humanas, demasiado humanas.
Que puede uno sentir cuando todo le es esquivo, cuando ya a nada puede atenerse, el camino deja de ser tal y ni siquiera se vislumbra un atisbo de sendero. El desasosiego espiritual incrusta severas punzadas en el organismo, sometiéndolo a un cruel onanismo. Nadie parece dar cuenta de tal sufrimiento, cuando uno padece de los males del vacío existencial.
Un mal de pocos, de elegidos, de enormes de espiritu, un mal necesario, un lujo que es vulgaridad.
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