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El infierno esta encantador

Lo tuyo es un estilo barroco, decís la verdad por eso no te leen, abusas de los adjetivos, la gente pretende algo más Light. Las frases que salían de distintos rostros, me condenaban a una tenaz sensación de espasmo y de absoluta soledad, pues intentaba reflejar lo que consideraba mis verdades y tan solo me encontraba con un profundo y aquiescente abismo.
Los esfuerzos por buscar(y buscarme) otros tipos de atributos, fidedignos, que hacían a mi ser, poco a poco, desataban una turbamulta de recuerdos y sensaciones, los cuales llevaban impreso el inconfundible sello del horror. Trataba de frenar los impulsos de mis pensamientos, y a medida que pensaba en detener, aquel trágico y desopilante transcurrir, los rostros y las voces de quienes, en algún momento formaron parte de mí, se mostraban con mayor fuerza; Té crees alguien por haber leído tres o cuatro libros baratos, sentenciaba el áspero y frío rostro de mi padre; Sos muy joven para comprenderlo, replicaba la fresca figura de un gran amigo; tenés un futuro por delante seguro que los próximos libros serán mejores, musitaba la alegre mirada de otro querido compañero de vida; Vos cada vez que interrogas a alguien parece como si lo pusieras entre la espada y la pared, no se puede hablar así, concluía la majestuosa voz de una bella mujer. Mi mente transitaba curiosamente por la tierra de los sentidos, en donde las imágenes de eruditos hombres, acoplaban el sufrimiento y la indiferencia que la sociedad, con libre arbitrio les propinaba.
A la par que descubría mi despertar sexual, tras la atracción hacia las jovencitas y mi investidura de hombre, por los frecuentes encuentros y charlas con mis congéneres que empezaban a transformarse en amigos, descubrí también la fuerza del enemigo. Las chicas no solo no me encontraban bien parecido, además descubrían una malformación congénita que mostraba a mi hombro izquierdo superior al derecho, por intermedio de una suerte de sobrehueso.
 

Los muchachos me respetaban, pese a tener siempre a flor de piel la fatídica burla que sumado al hecho de mis nulas conquistas, en lo relacionado a lo femenino, me transformaban en un simple amigo de estudio.

Superado el trago amargo, en un intento de abrazarme a otra solución y de comprender a mi padre incursioné por los terrenos de la política. Pude apreciar entonces la faceta contrapuesta de quien hasta ese momento solo me transmitía pesadillas.
 

El cariño de la gente, la esperanza que depositaban, la atención que le brindan y el apoyo que le expresaban, por intermedio de actos públicos, saludos callejeros y obsequios varios, elementos que comenzaron a disuadirme de que este camino podía ser mi mortífera arma.

Las harto repetidas discusiones, las constantes burlas y la tenaz indiferencia que tanto padres como amigos y mujeres se encargaban de propinarme me ayudaban a afianzarme en mi nuevo artilugio.

Sujeto a la inevitable comparación con mi padre , lentamente me fui transformando en tan sólo el hijo de alguien y no en una persona, lastimosamente fui comprendiendo que política era una cuestión de formarse un discurso, adquirir un status para ejecutar ordenes preestablecidas por grupos económicos y leyes convencionales, estipuladas para la gente deseosa y ávida de engaño de la mentira más cruel que es la de ocultar lo trágica de la verdad, tras lo sublime de la mentira. Otra batalla perdida, que los obstinados bríos de mi juventud me hacían no aceptarla como definitiva.
Fue mi madre quien hubo de ofrecerme un nuevo sendero. Su inmenso amor la llevo, a inventarme una esotérica y mística historia, o quizá la condujo a verdaderamente soñarla.

Un santo, vestido de abad, en una iglesia, le hubo de pronosticar que en su vientre cobijaba a un varón a quién debía llamar Francisco. Tal relato actuó como disparador, puesto que ungido por los colosales designios de la providencia, yo adquiría el atributo de un mecías menor. Como buen soldado me entregué a las filas del bien y momento a momento me convencía de tener la dicha de los elegidos.

Pasaron días y meses en los cuales me encontraba aferrado, fuertemente, a las ordenes celestiales Claro que mi situación no se modificaba en lo más mínimo, pues continuaba siendo un espectador de lujo en los conflictos maritales, un burlado joven en temas de amor, el compañero ideal para estudios en lo referente a la amistad y el hijo de alguien en lo relacionado con lo político.

Fue así que tras un intenso periodo de tiempo me vi en la necesidad de obtener una respuesta de mis superiores. Sea en forma de sueño, aparición, mensaje, señal simbólica, clamaba por un apoyo, por una palmada, por una voz, por un susurro. Puesto que esto nunca llego y que de muy poco podía disfrutar, encontré una nueva luz, oculta entre cientos de libros, miles de páginas y millones de palabras.

El placer de la lectura lentamente se transformaba en una compulsiva obsesión. De los policiales pasé a los best-Séller, de estos a los clásicos, cuando intenté darme cuenta por donde vagaba mi mente ya era demasiado tarde, había abandonado la ficción tomando un serio compromiso con la filosofía. Este nuevo bálsamo requería un particular esfuerzo, el partir de mi ciudad de provincias hacia la gran urbe.
 

Todo tipo de conflictos prácticos que hube que tener que enfrentar, se veían recompensados por una incesante búsqueda de la verdad, a la cuál me veía complacido en tratar de alcanzar.

Mi historia, mis sufrimientos, ya no tendrían lugar, ya que una vez ganado el amor de la gente y la confianza de la deidad, gracias al descubrimiento de la verdad, todo acabaría con suma justicia y con mi nombre en los anales de la humanidad. Paradojas al fin, me encontré con una terminante certeza, la grandilocuente verdad que bajo la ignorante arrogancia académica, la pujante disputa de poder por detrás de póstumos textos, muy poco leídos, escasamente interpretados y nulamente comprendidos, me daban a cuenta que la tan ansiada verdad era que no existían más que mentiras que se desgarraban mutuamente por tratar de alcanzar lo inalcanzable.
 

Ya el mundo no podría cambiar bajo mi verdad, en el caso de que la conozcan, podrían mal interpretarla o de última aplicarla mal.

Avergonzado hasta el tuétano y asqueado por espíritu, decidí construir mi mundo, mi propio sendero, fue allí que tome el camino de las letras. Cada sentencia que vertía en un papel, al leerla me daba una orgásmica sensación de ser un gran escritor.

Mi familia, amigos, mujeres, la política, Dios y la filosofía podían concentrarse y encerrarse en mi sacrosanta pluma, capaz de cobrarse hasta la más mínima de las venganzas. Vasto el terminar mi segunda obra, como para saborear el gusto de la cruel derrota.

Los libros también son una mera cuestión de mercado, el fin último son las ventas y con una buena pluma no alcanza, quizá con un abultado bolsillo o con un rostro ornamentado por los flashes de las cámaras, uno pueda llegar a ser considerado un escritor.

Estoy avergonzado de ser humano, apenado por tratar con quienes son supuestamente iguales, angustiado por saber que creemos en una libertad, la cual día a día se va transformando en más autoritaria, por intermedio de un producto paradójicamente nuestro, llamado civilización, técnica. Asombrado por escuchar que los medios de comunicación informan, que Internet nos acerca y que el sistema nos cobija.
Puede alguien decirme? Me voy a comer tu dolor!. Y repetirme - voy a salvarte esta noche! Tal como dice la cancion de los redondos que lleva el titulo de este conjunto de palabras.