Popular Posts

Pobrezas Mutuas


Noches amorfas, noches bizarras, teñidas por la claridad de la destrucción y ocultas por la oscuridad del alba. Tiempo estancado en el vértigo de la nada, eternidad estampada en el seno de la voluntad aniquilada. Tales sensaciones absorbían mi espíritu, cegando mis pensamientos, que pugnaban en forma vana por hálitos de coherencia y calma.
En tal averno hube de conocer la metafísica de los pobres, la verdadera filosofía inherente a la condición humana. Comentarios desgarradores, historias de horror, impregnadas de sufrimiento y espasmo. Menesterosos y parias que permanentemente hablaban de amores, traiciones y valores. Eximios docentes que daban cátedra acerca de la vida, de sus tragicómicas caras. Los pobres y sus desdichas, los cuales los llevaban a una reflexión permanente de la naturaleza del ser, contrastaban seriamente con la visión de los pudientes y sus máscaras, pues expropiados de lo superficial, impedidos de acceder a los objetos materiales y obligados a permanecer en el mundo de la escasez, ostentaban, con soberbia humildad, el más preciado de los bienes; La libertad del pensamiento y con ello la reflexión profunda. A mis oídos llegaban frases comunes, que poseían lo conciso y certero de la experiencia, relatos plagados de dolor, que ocultaban lo angustiante de las lágrimas, pues los carenciados no entregaban la cruel verdad de sus palabras y en cambio transmitían la sabiduría elevada, esa que habla de las mortificaciones y placeres permanentes, constitutivos, por antonomasia, de la esencia más enconada. En la voz de los menesterosos, encontraba el bálsamo justo y con ello el baño bautismal en sacras y templadas aguas.
Paralíticos, drogadictos, niñas violadas, conformaban el coro de ángeles que la existencia me brindaba. Excusas perfectas como para descubrir luego la metafísica de los pobres y con ello la verdad del alma.
El hombre de letras busca el beneplácito, y con ello el aplauso, del público, porque es la única medida de su éxito. Tal congratulación no lo convierte en un buen o mal literato, simplemente lo transforma en un escritor con lo que ello significa. Los hay soberbios y humildes, adinerados y miserables, sufridos y felices, premiados e ignorados. La edad, el lugar de nacimiento, el color de la piel y lo agraciados o no que puedan ser, poco tiene que ver con la condición de un verdadero hombre de letras. Algunos las musas, algún santo pagano, cristo o satán, los nutren a otros un mal de edipo, un amor no correspondido o una tragedia insuperable los transportan al desahogo por intermedio de la escritura. Existen también los que toman la actividad como un oficio, se entregan con estricta rigidez a un horario pasando arduas jornadas como para llegar al logro de un texto acabado.



En fin, como todo oficio los medios son varios como para acceder al objetivo, que, sin embargo, es único, recabar en las profundidades del ser humano para llevarlo a la superficie de lo verdadero y de lo comprensible.

Como en cualquier actividad también hay que demostrar capacidad, sólo que esta no pende de un examen académico o a una prueba laboral, más bien guarda relación con un permanente sortear de obstáculos de índole existencial, pues el escribir esta estrictamente relacionado con la soledad no solo físico sino también espiritual, la cuál muchas veces insta al escritor su vida abandonar, de tal combate es harto difícil salir triunfante y por lo general se acaba solo, loco o junto a las estrellas por un apresurado deseo de lo eterno alcanzar.
¿Por qué escuchar la supuesta erudición de algún dinosaurio del pensar?. ¿A que se debe que los miles de galardonados catedráticos sólo repitan hasta el hartazgo bellas construcciones teóricas, sin siquiera pensar en lo que dicen o dejan de decir?. ¿Cuál es el motivo que los alumnos detentan como para interesarse exclusivamente en sus nimias existencias, decoradas por ciertas pavadas de momento?. ¿Dónde ha quedado la grandeza del hombre, esa que hace pensar abstracciones generales, que indaga en las eternas preguntas sin respuesta, esa que transforma en inmortal a un simple ser dominado por la carne?. ¿En que nos hemos convertido, acaso en fantasmas influenciables por rancios libros y por petulantes y vacuas ideas que los medios de comunicación nos propinan, acaso en meros títeres payasescos que deambulan en el espectáculo circense llamado vida?

¿Y los escritores donde están?, y ¿los artistas?, lo que debería darse en llamar ¿progresismo?, ¿la supuesta oposición conceptual al conservadorismo?, juntos o separados, parece que a nada de esto se le animan, los que deberían estar dando la pelea grande.
La falta de ideología o en el mejor de los casos de convicciones, arremeten con crudeza en nuestra paupérrima clase dirigente (no solamente la política como se acostumbra a asociar), cuando determinados tópicos se cuelan en nuestra agenda, se entrometen, cuál virus nocivo en un cuerpo, inesperadamente, sin permiso y señalando la debilidad esencial.