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Pergolini Boy´s

¿Quiénes habitan los medios nacionales y provinciales?. ¿Qué intereses poseen?. ¿Por qué el público acompaña?. Respuestas concretas y lacerantes, sobre lobos vestidos de corderos que lucran con nuestro cansancio y genuflexión. ¿Habría que cambiar esta realidad?. Dejémoslo ahí, gracias a Doña Rosa, los que critican a quién acuño estas frases, son tan iguales o semejantes, con la diferencia que sólo persiguen la ideología de acumular capital.


La nueva generación de comunicadores que reina en la televisión porteña, no sólo tiene como punto común haber nacido entre los ´60 y los ´70, o compartir el origen itálico de sus apellidos, pertenecen a una matriz, inaugurada y gestada, por un inquieto y astuto cadete, que ascendió súbitamente los peldaños, por su irreverencia incontenible y por una impostura de supuesta inteligencia, confundida en el mejor de los casos, con ácida y cínica sagacidad humorística.
Con esbirros demagógicos y acodados en los mullidos almohadones de las jugosas pautas de empresas multinacionales, quiénes se creen políticamente correctos y hacen culto a un progresismo, que acepta con buen tino la desigual distribución de la riqueza, avanzan heroicos, para un público tan nutrido como tilingo, micrófono en mano, para destratar a los entrevistados, yendo ni más ni menos contra todos los manuales de periodismo.
Ponen al aire los mismos preconceptos, con los que fueron educados en la ideologizada facultad pública, donde una buena nota no equivale a un estudio concienzudo, sino a una égloga o escrito menor, referido a los males de la dictadura o al menemismo.
Cumpliendo a rajatabla el libreto de algún barbado nostálgico, atrincherado en el cargo de profesor, más determinado atractivo físico, sea pelado, desgarbado o simplemente descarado, el periodista arremete contra la víctima. Victimario, para la casta que dicen representar y defender, mediante la agudeza de exclamar ¡ Donde esta la plata que se robo!, afirmación expresada con tono de pregunta, como para no hacer tan evidente que no se esta realizando comunicación ni nada parecido.
Lo que se monta es un show, que no tiene como fin sensibilizar a la audiencia, enviarle información acerca de cómo se vive en tal asentamiento o villa, ni siquiera responde a un plan o programa pergeñado por alguien, con cierto deseo de introducir ideología o principio político concreto, el único objetivo es facturar, recolectar cheques con mayor cantidad de ceros, paralelamente proporcionales a la afrenta, escarnio o provocación, travestida de aquel heroísmo insulso, que se imprime con la ayuda de una isla de edición, donde por intermedio, ¡que originalidad artística!, de trapisondas cibernéticas se le adosa al burlado un mono virtual, o cualquier imagen ridícula que se le ocurra al que padece de sobredosis de estimulantes y que esta tras el monitor.
Los espectadores satisfechos, subliman sus fracasos personales y se deslindan de los mismos con la antojadiza frase “ ¡¿cómo voy a progresar o a tener el nivel de vida que realmente quiero si están estos hijos de su madre?!, resulta como clave del éxito el adagio “mal de mucho, consuelo de tontos”, y claro ¿como no van a ser progresistas, como no van a inclinarse a la izquierda?, si quieren tener lo que no poseen, pero nunca compartir lo que ostentan. Principio que conllevan estos salames de milán, exitosos, pero fiambres al fin, que declaman una supuesta actitud libertaria, a costas de cumplir a rajatabla el libreto del jefe, que carismático y conservando su talante irreverente se agacha para lamer las botas de sus auspiciantes.
En los peores momentos de la gestión De la Rúa, a un funcionario se le ocurrió esgrimir la frase “la televisión esta tinelizada”, en referencia al popular conductor, paradójicamente, enemigo íntimo del padre conceptual del modelo de comunicadores que reina en la actualidad. La pergolinización, atiborrada de notas “con compromiso social”, mezclan la crítica política (mejor dicho la burla) con el muestreo de la farándula, en definitiva, transmiten mundos que nunca serán los del espectador.
Aplicando la lógica que Piaget, le otorgaba a los niños, dividen al mundo entre buenos y malos, los que están en el congreso son los chorros más crueles, los que están en la tele, pueden ser lindos o boludos, pero de última son inofensivos.
Con la lógica descripta, se llenan las horas de divertimento que no necesariamente tienen que ser de formación o de educación, pero al menos no deberían estar teñidas de la flagrante hipocresía que reinan en los estudios.
Cientos de estudiantes de periodismo, pertenecientes a la clase media, creen aún que en tales lugares se ingresa por cuestiones alejadas al nepotismo o amiguismo. Poniendo como ejemplo, hasta en el doctrinario y ético diario La Nación, Mariano Grondona, recuerda que comenzó a escribir por la relación de quién sería su esposa con el más poderoso de los Mitre. Interiorizándonos en la realidad de los llamados medios “progres” caemos en la cuenta, que la diferencia sólo radica en el olor, la materia fecal continúa. Quién hace radio, también esta en la gráfica, o en la tele, sólo hay que caerles bien a los consagrados, decir unas cuantas pavadas a favor de las madres, y putear, sin originalidad a los noventa.
¿Para que cambiar?, el público se redime de sus fracasos, viendo en la pantalla que la culpa de sus males la tiene ese diputado (que encima colabora dado que al mostrarse se percibe lo impresentable que resulta hasta para el espejo) que le robo el presente, y sueña, con llegar por obra de la diosa fortuna, o el dios manierista (merced a la conducción eclesiástica) al mundo del espectáculo o al menos que lo haga la nena, que es tan bonita y atractiva.
Quizá como una isla, aparezca don Jorge Asís, combatiendo con su mundo virtual, de todas maneras, el afrancesado por derecha, escritor estigmatizado como embajador de la pizza con champagne, se encuentra como David Hume “demasiado gordo y demasiado rico”, como para pelearla como debería, por más que no lo confiese.
En el interior, es diferente. Los dueños de los medios, son las estrellas principales, los redactores o periodistas, sólo pueden aspirar a estar en blanco y tener derecho a la firma. Sí el jefe cerro con el gobierno, decimos lo favorable y matamos al opositor, sí la charla con el ejecutivo se da en malos términos, se aplica la lógica contraria. En las provincias, lo mediático, como la mayoría de las actividades, se encuentra “feudalizado”. Son cuatro o cinco los popes, patronos de súbditos que al ser despedidos, por crecer un poco, se dan cuenta que era todo mentira lo del crecimiento social ascendente. Por lo general, estos abren también agencias electrónicas, que con muchos obstáculos, en el mejor de los casos, sobreviven como canoas, ante el paso transoceánicos de los cruceros, comandados por los piratas propietarios, que antes tuvieron pasado en la función pública o relaciones carnales con alguna administración.
Sí para el estado, cuando le da el cuero, somos un número de documento, para los medios somos un punto de rating o un comprador más, nada habría que cambiar, tampoco lo deseamos, pero al menos sepamos esta verdad, nosotros le compramos los trajes, las quintas, los autos y todo aquello que muestran estos popes que parecen inalcanzables.
Tampoco vale que tomemos muy en serio, las tonterías seriales que dicen, sólo están para divertirnos, y a modo de homenaje “cuide el control remoto, hay mucho vivo suelto que con el discurso del anti-chanta, se enriquece sin que usted se de cuenta, y además lo intenta adoctrinar o dirigir la manera que tiene que pensar”.