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Perón y el Feudalismo

Por lo general se piensa que las agrupaciones de base militante, son sólo un rejunte de talentosos, que pintamos calles y vamos a actos por el pancho y la coca. Que muchos de los que se llamen compañeros, lo hagan, no implica que todos estemos en la misma. De hecho, no son numerosos los dirigentes de peso que se ocupen de resucitar nuestra doctrina, recordarla, ni hablar ya del imperioso objetivo de reactualizarla.
Para los que se creen “José política” porque saben por cuantos votos gano Jaque en Mendoza, o porque en una sobredosis de mesianismo se piensan de hacedores del éxito de Capitanich en el Chaco, y para todo el público en general, queremos compartir la lectura y el análisis de uno de los libros de cabecera de nuestro movimiento: “La Comunidad Organizada”.
Seguramente, no será el último envío y ya estamos en tratativas de brindar las lecturas en los barrios, pero como introito, vale decir que se trata de un trío de conferencias, donde el General, se explaya sobre aspectos centrales como: El Justicialismo y el Socialismo, el Justicialismo y la doctrina social de la Iglesia y el Justicialismo y su contexto histórico.
De esto último nos encargaremos ahora, dado que Juan Domingo Perón, poseía una visión clara con respecto a un período de la historia; la edad media, el medioevo o la época feudal. En contraposición de lo que expresan algunos catedráticos (Como Huitzinga), el General pensaba que en tal momento la humanidad vivió a oscuras o en penumbras.
Nosotros no sólo coincidimos con esto, sino que vamos un poco más allá, dado que consideramos, que en nuestra provincia, el feudalismo, social, político y cultural, aún perdura (de hecho sino fijarse como se llama nuestra web).
Citamos un extracto de lo que decía Perón con respecto al Feudalismo y luego de ello, nuestra posición, acerca de porque consideramos que aún se vive en tal periodo en nuestra provincia.

“La edad media es de dios, se ha dicho, y en este hecho, en este paciente y laborioso mantenerse al margen de sus tinieblas, debemos ver la lenta y difícil gestación del renacimiento. Fue una edad caracterizada por la violencia desmedida. No nos es posible hallar en ella las formas del estado ni contemplar al hombre. La edad produjo santos y demonios, pero en su desolación, en su pobreza, con el horizonte teñido siempre por los resplandores de los incendios, no le quedaba al hombre otro escape que poner sus ojos y su esperanza en mundos superiores y lejanos. La fe se vio fortalecida por la desgracia.
Sobre las ruinas de los castillos feudales edificaron sus tronos las nuevas monarquías.
La verdad socrática, platónica y aristotélica, no fueron textos prácticos para el medioevo, que había perdido, en el fragor de una terrible crisis, todo contacto con la continuidad intelectual del pasado.
No es frecuente hallar seres que posean una perspectiva completa de su jerarquía. La conquista de derechos colectivos ha producido un resultado ciertamente inesperado: no ha mejorado en el hombre la persuasión de su propio valer.
Caracteriza a las grandes crisis la enorme trascendencia de su opción. Sí la actual es comparable con la del medioevo, es presumible que dependa de nosotros un renacimiento más luminoso todavía que el anterior, porque el nuestro, contando con la misma fe en los destinos, cuenta con un hombre más libre, y por lo tanto, con una conciencia más capaz” (Juan Domingo Perón, la Comunidad Organizada).


Corrientes, Tierra del Feudalismo.

La historia nos narra que en la Edad Media la estructura económica y predominante era el feudalismo, que consistía en un acuerdo entre dos nobles, uno el señor y otro el vasallo. El vasallo prometía obediencia y fidelidad a su señor y se comprometía a cumplir una serie de funciones en su nombre. Por su parte, el señor se comprometía a dar protección militar a su vasallo y a proporcionarle los medios de subsistencia. En el interior de nuestro país, las provincias se manejan con un sistema tan parecido y similar, que el feudalismo no sólo es económico y político, cómo lo hubo de ser en el medioevo, sino que se extiende en la identidad cultural y en la acciones diarias de los hombres, que conforman una condición feudal y que hacen que esté sistema de vida no sólo no se haya extinguido, sino que tenga, por el contrario, una saludable vigencia, cómo veremos que sucede en todo el Norte de nuestro país.
En la famosa oscuridad de la Edad Media, los vasallos tenían deberes tales como reclutar soldados para el ejército de su señor y proveerlo de ingresos. Con ese fin, el súbdito recibía el control de un feudo que normalmente consistía en una gran extensión de tierra, aunque también podía tratarse de funciones lucrativas y de responsabilidad, como recaudador de impuestos, acuñador de moneda o agente de aduanas. De ese modo, un señor con muchos vasallos disponía de fuentes seguras de ingresos además de un ejército. El contrato feudal era de por vida. El señor podía arrebatarle el feudo a su vasallo si éste incumplía sus obligaciones. En cambio, para el vasallo, dejar a su señor era tarea más ardua.
En el presente y lúgubre Feudalismo Provincial, los señores que aglutinan vasallos, no sólo poseen tierras, para adquirir la condición señorial, también lo pueden hacer desde la acumulación de dinero, o desde el atesoramiento de poder político. Un señor feudal, puede ser un hacendado, un empresario o un político. El resto de los habitantes que no poseen estos condimentos, son meros vasallos, envestidos de comerciantes, profesionales, o empleados públicos.
La delimitada y encumbrada clase de actores sociales, o señores feudales, manejan a diestra y siniestra las acciones que se llevan y llevarán a cabo, tanto en el campo político, académico, mediático y social. Estos ilustres, conocidos por todos y criticados por pocos, que poseen la concepción cultural del feudalismo provincial, plantean las relaciones desde una óptica, en donde se arropan la propiedad de lo que administran, lo que aleccionan o lo que transmiten. Se manejan a sus anchas, en una sociedad empobrecida y nutrida por ejércitos de vasallos, alimentando un círculo vicioso, que suscribe la necesidad de esclavos, para tener amos y viceversa.
Desde el terreno político, es sabido que la mejor manera de acceder a una posición expectante, se constituye en la entrega de lealtad al jefe o patrón. Sí alguna duda nos invade con respecto a esta afirmación, preguntemos a cualquiera de los legisladores, provinciales y nacionales, intendentes y dirigentes políticos, sí las acciones que llevan a cabo, la realizan desde el convencimiento propio o desde la opinión de sus votantes. La mayoría responderá que obedecen, obcecadamente, a sus jefes políticos, en el mejor de los casos, a sus partidos. Encontraremos, además de lástima en estas respuestas, que la política es cosa de una veintena de hombres, que lapicera en mano, definen las acciones públicas.
Los sectores medios que participan en política, aquellos que engordan los números de la plantilla del empleo público y que se constituyen en los multitudinarios ejércitos de los partidos políticos, aprendieron, tras años y años de espera, que la única manera de progresar, ascender social y políticamente, consiste en rendir pleitesía eterna a sus respectivos jefes, aguardando la llamada divina, que lápiz mediante, premie tanta adulación, lisonja y claudicación, para seguir sometidos, desde algún cargo, subyugados a sus hacedores.
Desde el terreno religioso encontramos que el ciudadano común, parte de una nación profunda y prolíficamente cristiana, participa en forma masiva en encuentros sacramentales de toda índole, dando muestras rutilantes de sus convicciones religiosas.
Ese mismo ciudadano, que a diario, recurre a curanderos, a falsos dioses, a la magia oscurantistas que ofrece el paye y el culto pagano del umbandismo, que afirma con orgullo cultural frases como : “corrientes tiene paye”, “no creo en la brujas, pero que las hay, las hay”. Marca, con tal contundencia esta realidad, que los chamanes, brujos, payeseros o como se los quiera llamar, se forjan espacios en los diferentes medios de comunicación, para transmitir y ofrecer sus servicios. Incluso, miembros de la Iglesia, reconocen la fuerza de este fenómeno, tal como lo expresa la siguiente afirmación de un vicario: “...todo esto tiene que ver con el pensamiento mágico que está instalado en muchas personas, sobre todo en la región del NEA”.
Vayamos a casos concretos. Una mujer, que asiste a misa y hace donativos a los más necesitados, al enterarse del embarazo no deseado de su hija, la intima a realizarse un aborto. Esta votante, ¿como sufragaría, sí los partidos presentan sus proyectos sobre el aborto?. Un hombre de familia, de tanto en tanto, se acuesta con otras féminas y participa de fiestas, en donde la droga es protagonista. Este votante, ¿cómo sufragaría, sí los dirigentes ponen sobre la mesa la discusión acerca de las drogas?. Un estudiante universitario, mantenido y enviado por sus padres a estudiar, sin deseos de hacerlo y por obligación, permanece diez años en la casa de estudios sin obtener título alguno. Este votante, ¿cómo sufragaría, sí los partidos discuten sobre el arancelamiento de las universidades públicas, para aquellos que puedan hacerlo, y a los fines de otorgar becas a los menos pudientes, con deseos de estudiar?. ¿Cómo sufragaría un comerciante, que paga en negro a sus empleados, sí los partidos discuten la desgravación del consumo y el irrestricto cumplimiento de las leyes laborales?. ¿Cómo votaría el adinerado, sí se debate la legislación sobre los barrios y cementerios privados, a los fines de generar más ingresos fiscales, con la intención de responder las demandas de los desposeídos, que hacen propia, mediante protestas y piquetes, el espacio público?. ¿Cómo sufragaría, la mujer que mediante un payé enamoró a su amado, para luego ir al altar, sí se discute la colegiación de los parasicólogos y los límites de esta actividad?. ¿Cómo sufragaría el hermano menor, de un político corrupto, que es ajeno a la actividad, pero discriminado cruelmente por este lazo familiar, sí los dirigentes discuten los proyectos de reforma política?.
La sociedad, fielmente representada por sus políticos, emula a estos y acude presurosamente cuando la foto de los sacramentos lo indican (bautismos, casamientos, misas, congresos). Cuando los problemas se avecinan, la fe se posterga, y encuentran la respuesta divina, en verdad, mágica, en la cinta que mide el empacho, en las cartas que señalan el futuro, en los entierros justicieros, en los baños energéticos y en la pulserita roja contra la envidia.
En honor a la verdad, la afección de las personas con lo paranormal, con la mística mágica, se da en muchas partes del mundo. La cantidad de practicantes, en las distintas sociedades, no es muy clara, pero un dato no deja de ser, al menos, sugestivo. Estas creencias, deben, mayormente, sus fuentes a países africanos, o centroamericanos, como el caso del vudú en Haití, que no por casualidad, son los lugares de la tierra, con niveles de vida más paupérrimos.
Desde el terreno académico, a partir del bachillerato hasta la universidad, los educadores forman educandos, capaces de memorizar una treintena de apuntes, sumado a algún infaltable libro, donde por casualidad los autores son los mismos profesores, articulando de tal manera, una obediencia intelectual, que anula la posibilidad de ejercer el pensamiento, transformando la educación en una mero planteo repetitivo, y a los profesionales con ello, en autómatas sin criterio propio. Como paradigma, basta la cámara oculta que se llevó a cabo en la facultad de derecho.
Desde el terreno mediático, los diferentes comunicadores transmiten las noticias que consideran que son las más atinentes. Claro que la elección de las mismas, debe su causa más a razones de pautas publicitarias, que a criterio periodístico. Observemos sino, las tapas de los diversos diarios y portales informativos de internet. Nunca, se podrán encontrar dos noticias, con un tratamiento similar y con el mismo espacio. La diversidad, en contadas ocasiones, es informativa, dado que más allá de que se difundan informes, con carices distintos, siempre terminan siendo los mismos personajes, que cuentan con la posibilidad de reflejar sus acciones, independientemente que varíe la fecha y la forma de lo realizado.
Desde la arena social, en lo respectivo al sector empresario, cultural y deportivo, la lógica se cumple a rajatabla. Se crean circuitos cerrados, por intermedio de asociaciones, de lugares de divertimento nocturno, de la práctica de determinado deporte, y de la lectura de determinados intelectuales, que forjan una casta de aristócratas sin ninguna clase de títulos nobiliarios, pero con alta estima social, digna de ser admirada.
Tanto el político que considera al poder, como un patrimonio personal, cómo el académico que piensa que el conocimiento es un decálogo bajo su potestad, cómo el comunicador que construye la noticia de acuerdo a lo que transmite y de la forma en que lo hace, sumado a los portadores de alcurnia que sienten que las personas se encuentran divididas en dos tipos de colores de sangre, construyen este ideario cultural de la lógica feudal. El político que gestiona a favor de la gente, en realidad entrega una prebenda al esclavo, el estudiante que aprueba un parcial, recibe la aprobación del amo, al ciudadano que le difunden una petición o una acción, los dueños del micrófono le ceden un breve espacio por lástima, los portadores de sangre azul invitan a los vasallos, a participar de las fiestas, a los fines de ser envidiados.
Más allá de que esta concepción cultural, explique los dolorosos índices de nuestro terruño, existe un detalle, que no puede ser inadvertido. Todos los actores sociales, que en los diferentes campos de la sociedad, se erigen en amos, comportándose como tales, en muchas oportunidades, son esclavos de este pensamiento, y por ende se comportan como tales.
Desde el político que para ascender posiciones, tiene que claudicar, durante años, ante el capanga, pasando por el académico preso de sus propias limitaciones, llegando al periodista, subyugado por el peso de las pautas, y finalizando con el patricio que reprime sus verdaderos deseos por un esclavizante que dirán.
La historia nos indica que el feudalismo histórico, hubo de ser superado por la aparición de la peste negra, que arrasó con la población y eliminó las conductas señoriales por la necesidad de contar con hombres que trabajaran la tierra, sin necesidad de que se suscribieran tratos que brindaran protección. Los señores no habían podido ni siquiera defenderse ellos mismos de la epidemia que aniquiló a un tercio de la población mundial de aquél momento. Sin embargo, señalamos, amparados en sólidos argumentos, que el Feudalismo Provincial que nos imposibilita a acceder a la condición de ciudadanos, ha extendido sus dominios. No sólo acapara lo económico y lo político, cómo la vertiente originaria e histórica del sistema mencionado, sino que se sustenta en el aspecto cultural y esencial del espíritu de los habitantes.
No podríamos sentarnos a aguardar que un fenómeno endémico se lleve un sistema, que esta afincado en nuestra identidad, en nuestras acciones diarias que nos llevan a sostener la condición de feudales. La providencia no enviará alguna catástrofe inesperada, no sólo porque no tengamos la precisión correcta de que exista tal providencia, sino porque en el caso de que exista, no podríamos determinar con exactitud la fecha en la que será enviada. Sumado a la particularidad que el feudalismo provincial que nos afecta, no tiene una consistencia externa o que este por fuera de nosotros, cuál si fuera un sistema que se nos impone. El feudalismo que nos dilapida, reina en nuestra identidad, en nuestras formas, en nuestras costumbres, en nuestro accionar diario. Por tanto es un mal cultural, que sólo puede ser desterrado desde la voluntad interna, desde la decisión cotidiana de modificar nuestra condición vasalla.
Que pensemos en aguardar una solución que no dependa de nosotros, tiene que ver con una de las armas más eficaces y contundentes que utiliza el régimen, para seguir reinando en los amplios campos del vasallaje, consistente en postergar, aletargar y adormecer a la plebe y sus ambiciones republicanas.
Los sectores menos pudientes y más empobrecidos, incorporaron a tal punto este mensaje, que ellos mismos, cuando son visitados por diferentes políticos en busca de votos (obviamente en turnos electorales) lo que reclaman, en muchos casos, imploran, es un futuro para su descendencia, para sus hijos. Han asimilado, cruelmente, que ellos mismos ya no tienen posibilidad alguna de salir de la condición de pobreza extrema, donde nacieron y morirán.
Los sectores medios que participan en política, aquellos que engordan los números de la plantilla del empleo público y que se constituyen en los multitudinarios ejércitos de los partidos políticos, aprendieron, tras años y años de espera, que la única manera de progresar, ascender social y políticamente, consiste en rendir pleitesía eterna a sus respectivos jefes, aguardando la llamada divina, que lápiz mediante, premie tanta adulación, lisonja y claudicación, para seguir obedeciendo, desde algún cargo, obcecadamente a sus hacedores.
Los sectores medios que no participan directamente en política, profesionales, comerciantes, productores, medios periodísticos, saben que el mejor negocio se encuentra en arreglar con el régimen, aguardando las mejores condiciones (la candidatura de algún conocido o amigo), para finalmente, llegar a la espera final, de una dádiva o prebenda, para engordar, astronómicamente, las ganancias .
La sociedad en general, confunde la espera perniciosa, que culturalmente alimenta él régimen, con la esperanza. El hombre que aguarda de la virgen o del gauchito el ansiado trabajo, en vez de ir a buscarlo. La mujer que aguarda mediante el gualicho que su marido deje de serle infiel, en vez de plantear directamente el tema. El joven que aguarda la muerte de sus padres, cómo para tener una casa propia, en vez de trabajar vigorosamente para lograr su fin. El adulto mayor, que aguarda, resignadamente que se apiaden de él, en vez de agotar las fuerzas y las energías, como para hacer oír sus reclamos.
El chamamé (música folclórica), Pedro Canoero, grafica con perfección taxativa, lo letal y poderosa que resulta el arma de la espera, inoculada en los ciudadanos comunes, recordemos la letra: “Pedro Canoero, todo tu tiempo se ha ido...Sobre la canoa se te fue la vida...Pedro Canoero la esperanza se te iba sobre el agua amanecida. Tu esperanza Pedro al fin no tuvo orillas.”
La grandilocuente fuerza del arma de la postergación o de la espera, se encuentra en que se la intenta confundir, ávidamente, con la esperanza.
Tener esperanzas no significa esperar nada de nadie, ni siquiera de una divinidad. Porque el creer en algo o en alguien, es un acto de fe o un acto de voluntad, movilizada por una convicción. Pero para creer en ese otro, por más que sea divino, primero hay que creer en uno mismo.
La única forma de contrarrestar el poder, que inocula el régimen, mediante la postergación y la espera, es tener esperanzas en nosotros mismos, en lo que hacemos y en lo que dejamos de hacer.


Se trata de la revolución peronista, que no es la socialista ni marxista, sino la que dio a nuestro pueblo un 17 de octubre pacífico, pero que la vez hizo tronar el escarmiento de las estructuras de poder, lo que tenemos que resucitar en espíritu y obra, para reencontrar la dignidad de la mujer, del trabajador, del no adinerado, del muchacho de barrio, necesitamos a nuestros dirigentes y a cada uno de nuestros militantes, cuando estemos todos juntos detrás de este objetivo histórico, que es el que nos enseño Perón, los nombres, fórmulas y años, en que arribemos al gobierno serán una circunstancia, porque todos y cada uno de los comprometidos, sabremos para que queremos estar en el poder.

“El que quiere Oír que oiga”


Agrupación Herederos de PerónHugo Barrios. 03783/15257735
chaufeudales.blogspot.com